La pobreza me miró desde la muerte del cholo.
Andan los velos negros peruanos, mexicanos o nicaragüenses
cabizbajos abonando lágrimas alrededor de la fuente.
La muerte duele atrapada en los cojones.
La suplica precaria demanda lo que no se siente ni se tiene.
De púrpura la Semana Santa toma café por la mañana.
Dichosa que lleva a su estómago de espinas
carne de difuntos.
Vino y sangre derraman
el rostro adúltero del poeta.
La sotana enmierdada del sacerdote pederasta
rié en el féretro proscrito.
Jodido el que se muere llamándose Pablo
y más jodido el cholo que se murió en otro poema.
El barro de las carnes de Pablo
abre matices en su alter ego.
Anónimamente piso huellas, carnes
y mascullo mis hembras.
Machu Pichú gomorrea la penumbra
del muro caído.
Tartamudea en la lluvia el repetido sexo
caen gotas de lodo por las mejillas. El día bosteza.
No hay lágrimas ni versos de amor
la avenida es gris y la cicatriz de la muerte
descansa en el vaivén de la hamaca.
Juan Espinoza Cuadra
México
Abril de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario