Since then I dreamed boy tried to write each of these adventures dreamlike event. Today, I am trying to write about those dreams of childhood.
viernes, abril 23, 2010
Resurrection at dawn
Te restauro desde los recuerdos
que acaparo de ti,
recordando las palabras
que adularon mi rostro,
perpetuando la suavidad de tus manos
al acariciar con la ternura de mil años
mi pecho.
No te reintegro por el vino inexquisito
de la Fé que no tengo,
ni descalifico el exorcismo mesiánico
que te traiga nuevamente a mi vida.
En ti no hay tumbas
ni sepulcro que pueda cerrar tus labios.
Saltas los espacios entre mis dedos
y te nombro eterna y atemporal,
vestida de azul, estela y rocío.
Te veo recostada a los colores
del amanecer,
adormecido tu nombre
en el costado impronunciado
de la muerte,
palpitando la soledad que atrapa
tus bostezos en el letargo,
y disparando cometas contra
mi piel huérfana de ti.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de MMX
México.
martes, abril 20, 2010
Canto L
Te aseguro no te impondré
un adiós en los labios
ni mis recuerdos ni mi besos,
cuando me haya despedido de ti.
Me iré de tu vida como llegue,
anónima y silenciosamente,
y te recordaré igual que aquella tarde.
El lugar simulaba deshabitado y
se imponía tu presencia.
No había silencio,… como si lo hubiera
habían personas,… como si no las hubiera,
ahí estaba yo, tú… como si no estuvieras,
y ahí estabas tú, …también yo.
Cabizbajo vi tu sombra alejarse
reflejada en la brillantez de la superficie
en la que tus pies taconeaban
un monótono acorde…
antes de perderme de vista,
me despediste con tu espalda.
Los desencuentros huelen a olvido
inquieren culpas y adolecen ofensas,
desprenden un hedor cobarde
por las tardes coloniales
cuando las sombras hacen la siesta.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de MMX
México.
un adiós en los labios
ni mis recuerdos ni mi besos,
cuando me haya despedido de ti.
Me iré de tu vida como llegue,
anónima y silenciosamente,
y te recordaré igual que aquella tarde.
El lugar simulaba deshabitado y
se imponía tu presencia.
No había silencio,… como si lo hubiera
habían personas,… como si no las hubiera,
ahí estaba yo, tú… como si no estuvieras,
y ahí estabas tú, …también yo.
Cabizbajo vi tu sombra alejarse
reflejada en la brillantez de la superficie
en la que tus pies taconeaban
un monótono acorde…
antes de perderme de vista,
me despediste con tu espalda.
Los desencuentros huelen a olvido
inquieren culpas y adolecen ofensas,
desprenden un hedor cobarde
por las tardes coloniales
cuando las sombras hacen la siesta.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de MMX
México.
viernes, abril 09, 2010
Agravio
Nunca te fuiste, en silencio estuviste
aguardando un gesto, una mueca,
yo, sin perdonarte el agravio,
mastico el dolor, la herida, el tormento.
Tus labios me pertenecían
ahora sobreabundan inexactamente mi boca,
tus manos acarician mi otro rostro,
tus sueños me nombran de otro modo.
Entro a nuestra habitación y me miras
y te ignoro,
me duele la expresión triste de tus ojos,
el guiño abatido de tus labios,
y te acomodas a dormir a mi lado
en la cama que se nos escapa de las manos.
Apresuro acomodar las cosas acomodadas
estimulo al sueño en la oscuridad y el silencio,
incito el abrazo de las sombras
desde la penumbra dormida de tu cuerpo.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de MMX
México.
aguardando un gesto, una mueca,
yo, sin perdonarte el agravio,
mastico el dolor, la herida, el tormento.
Tus labios me pertenecían
ahora sobreabundan inexactamente mi boca,
tus manos acarician mi otro rostro,
tus sueños me nombran de otro modo.
Entro a nuestra habitación y me miras
y te ignoro,
me duele la expresión triste de tus ojos,
el guiño abatido de tus labios,
y te acomodas a dormir a mi lado
en la cama que se nos escapa de las manos.
Apresuro acomodar las cosas acomodadas
estimulo al sueño en la oscuridad y el silencio,
incito el abrazo de las sombras
desde la penumbra dormida de tu cuerpo.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de MMX
México.
martes, abril 06, 2010
Canto XX
No me preocupa te asegures que
no siento nada luego de recibir tus besos.
Que tus mensajes dejaron de tener la importancia
del acento en las palabras mal escritas.
Tus regalos están tirados en el fondo de un cuarto
cuya llave esta en alguno de los botes apilados
en uno de los tantos lugares olvidados.
Me preocupa se estén secando los lagos,
el poco caudal de los ríos,
la creciente polución de las ciudades
y el deshielo de los glaciares.
No me preocupa me busques a cada momento del día
ni que sepas me escondo de ti en las letras.
Me preocupa que el aroma que me enloquece de aquella mujer
lo perciba otro hombre, que provoque a otro hombre,
que otro hombre se adentre en mi potestad.
No me preocupa te sientas traicionada
te sientas defraudada por la infidelidad del fantasma,
en que me convertiste cada noche
en cada rincón de la casa.
No me preocupa caminar solo
arrugando papeles dentro de las bolsas de mis pantalones,
contando las pocas monedas depositadas en mis manos.
No me preocupa me tilden de impostor del color del ocaso
cuando arrastro una pluma sobre el pavimento desierto,
en el camino polvoriento de los naranjales.
Me preocupa no ser contigo como aprendí serlo
y ahora analices lo que nos sucede
cuando sabemos somos tempestad e instinto
y que en tu vértice soy yo mismo y tu cierras los ojos
mientras caminas sobre mi mástil al precipicio.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de MMX
México.
domingo, marzo 28, 2010
Duelo por David
David es el árbol de limones en el patio de la casa de mi abuela,
de donde se toma el más verde, el más agrio
para el mondongo de los fines de semana.
David es el esposo de una de las hermanas de mi padre
que transita en el calor de la tarde en busca de las cebollas,
del chile, los jitomates, del vaso limpio de aguardiente para mi abuelo,
y ríe la certeza de sus hijos en la mesa del patio.
Ruiz es el primer apellido de mis primos
y depositario de la confianza de mi padre,
para la aventura de su hermana en las noches de Managua y de plenilunio.
No sé cómo se conocieron, mi tía muy joven, soñando
el color de los atardeceres y enamorándose de la hidalguía del caballero.
Ena regalo muchos hijos a la vida, como noches de amor y tardes de conversación
Ena, brindo su amor en el claustro
de la casa que se construyeron,
ahi tambien pernoctaron sus palabras de amor,
ahi se guarecieron de los demas
bajo la sombra del follaje del árbol de mango.
Ena no escondió su amor de las interrogaciones,
de sus hermanos, de sus padres, porque al amor no se le interroga.
Gladys fue el refugio de sus confesiones y Pedro el apóstol de su amor.
Hoy, el Quijote camina descalzo hacia el ocaso
y ella se ha quedado sola, sola con los sueños,
sola en su cama, sola con sus recuerdos, sola con sus hijos.
Estamos nosotros, los de siempre,
aguardando igualmente los atardeceres.
Ahí esta Josefa, Juan, René, Fabio y Pedro,
Ena, las rosas que plantaste florecen,
nuevamente en la tarde que decidiste mirar al Sol.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
de donde se toma el más verde, el más agrio
para el mondongo de los fines de semana.
David es el esposo de una de las hermanas de mi padre
que transita en el calor de la tarde en busca de las cebollas,
del chile, los jitomates, del vaso limpio de aguardiente para mi abuelo,
y ríe la certeza de sus hijos en la mesa del patio.
Ruiz es el primer apellido de mis primos
y depositario de la confianza de mi padre,
para la aventura de su hermana en las noches de Managua y de plenilunio.
No sé cómo se conocieron, mi tía muy joven, soñando
el color de los atardeceres y enamorándose de la hidalguía del caballero.
Ena regalo muchos hijos a la vida, como noches de amor y tardes de conversación
Ena, brindo su amor en el claustro
de la casa que se construyeron,
ahi tambien pernoctaron sus palabras de amor,
ahi se guarecieron de los demas
bajo la sombra del follaje del árbol de mango.
Ena no escondió su amor de las interrogaciones,
de sus hermanos, de sus padres, porque al amor no se le interroga.
Gladys fue el refugio de sus confesiones y Pedro el apóstol de su amor.
Hoy, el Quijote camina descalzo hacia el ocaso
y ella se ha quedado sola, sola con los sueños,
sola en su cama, sola con sus recuerdos, sola con sus hijos.
Estamos nosotros, los de siempre,
aguardando igualmente los atardeceres.
Ahí esta Josefa, Juan, René, Fabio y Pedro,
Ena, las rosas que plantaste florecen,
nuevamente en la tarde que decidiste mirar al Sol.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
martes, marzo 23, 2010
The Drunken Man sitting by the Sea
Las hojas apresadas anteriormente en mis manos
ahora vuelan junto al embate de la ventisca.
Este verano inusitadamente radiante,
raspa la garganta tras el trago cristalino de aguardiente.
No motiva leer ningún periódico ni escuchar la radio,
los programas de televisión adulan al capital,
las mujeres quieren volver ser niñas y
las niñas manipulan trozos de papel para agenciarse
una moda que perdura tras los bostezos.
Descalzo, hundo los pies en la arena y la botella gira, gira
libre en el arquetipo de los cañaverales,
y la extensión de la costa la arrugo en la palma de mi mano.
Fuera del mar se conspira por el agua,
el arcoíris de los sedientos no tiene colores,
en el estomago de un delfín
una botella de plástico pone en peligro
la próxima página.
Otro trago de aguardiente y mis piernas le hacen zancadillas
al hombre que vende paletas de hielo,
a la mujer que acompaña al hombre vende paletas,
a los hijos de éstos autómatas a los que capitalistas
robaron el futuro.
Mi sombrero de palma, humedecido de sudor,
a aroma a licor, me protege de la tormenta de arena,
y solo he podido conservar una hoja en blanco
para que los hermanos del delfín conozcan la historia,
la declaración final de los magos del socialismo.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
ahora vuelan junto al embate de la ventisca.
Este verano inusitadamente radiante,
raspa la garganta tras el trago cristalino de aguardiente.
No motiva leer ningún periódico ni escuchar la radio,
los programas de televisión adulan al capital,
las mujeres quieren volver ser niñas y
las niñas manipulan trozos de papel para agenciarse
una moda que perdura tras los bostezos.
Descalzo, hundo los pies en la arena y la botella gira, gira
libre en el arquetipo de los cañaverales,
y la extensión de la costa la arrugo en la palma de mi mano.
Fuera del mar se conspira por el agua,
el arcoíris de los sedientos no tiene colores,
en el estomago de un delfín
una botella de plástico pone en peligro
la próxima página.
Otro trago de aguardiente y mis piernas le hacen zancadillas
al hombre que vende paletas de hielo,
a la mujer que acompaña al hombre vende paletas,
a los hijos de éstos autómatas a los que capitalistas
robaron el futuro.
Mi sombrero de palma, humedecido de sudor,
a aroma a licor, me protege de la tormenta de arena,
y solo he podido conservar una hoja en blanco
para que los hermanos del delfín conozcan la historia,
la declaración final de los magos del socialismo.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
miércoles, marzo 17, 2010
El hijo inconcebido
El reloj de tu tiempo no coincide
con las migajas que deje
sobre el sendero en el bosque
para encontrarte,
y en mi cama desarreglada estas ausente.
Despierto sudoroso, angustiado buscándote.
No estuviste en mi adolescencia, no estás hoy.
Aún vagas en círculos por la línea del destino.
Tu cuerpo desnudo, sudoroso se escapa,
huye por el viñedo y no logro alcanzar,
tu aroma, tu halo, tu estela.
La muerte nos tomará percibidos de nosotros,
nos oportunaremos y se hará como deba ser.
Sin bautizos, ni Dios y otra historia,
te haré concebir la flor abierta bañada de rocío,
el hijo inconcebido, y explotará tu llanto
en la vereda empedrada de los verbos.
Podrás ahora murmurar mi nombre en mi oído,
quedamente, mientras secuestras mi mano
en el remanso y tibiez de tu pubis.
Altar desnudo sin velos ni atavíos
totalmente traslúcida me uno a ti,
y con la hierba seca adherida
a nuestros pies desnudos,
te conquisto en tu ensenada preñada
de escarcha.
Tomados de las manos conjuramos
la medida de los días,
la ciencia que nos señala tu preñez inacabada.
No hay nombre para el hijo que no te engendre.
Su llanto susurra cada luna oscura.
Lo perdí tras dejarte atrás, lejos de mí.
Lo perdiste tú al desertarte, al asumirte remota,
y a la distancia evadirte inmemorial.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México
con las migajas que deje
sobre el sendero en el bosque
para encontrarte,
y en mi cama desarreglada estas ausente.
Despierto sudoroso, angustiado buscándote.
No estuviste en mi adolescencia, no estás hoy.
Aún vagas en círculos por la línea del destino.
Tu cuerpo desnudo, sudoroso se escapa,
huye por el viñedo y no logro alcanzar,
tu aroma, tu halo, tu estela.
La muerte nos tomará percibidos de nosotros,
nos oportunaremos y se hará como deba ser.
Sin bautizos, ni Dios y otra historia,
te haré concebir la flor abierta bañada de rocío,
el hijo inconcebido, y explotará tu llanto
en la vereda empedrada de los verbos.
Podrás ahora murmurar mi nombre en mi oído,
quedamente, mientras secuestras mi mano
en el remanso y tibiez de tu pubis.
Altar desnudo sin velos ni atavíos
totalmente traslúcida me uno a ti,
y con la hierba seca adherida
a nuestros pies desnudos,
te conquisto en tu ensenada preñada
de escarcha.
Tomados de las manos conjuramos
la medida de los días,
la ciencia que nos señala tu preñez inacabada.
No hay nombre para el hijo que no te engendre.
Su llanto susurra cada luna oscura.
Lo perdí tras dejarte atrás, lejos de mí.
Lo perdiste tú al desertarte, al asumirte remota,
y a la distancia evadirte inmemorial.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México
viernes, marzo 12, 2010
Mountain Poem
Se antoja comparar el sentimiento de paz
que provocan las montañas aledañas
con las necias ganas de responder al cuestionamiento
de la atemporal indiferencia.
También se pretenden así las cosas.
Comparativas. Usuales a las escalas.
Con sus rostros despoblados, aguardando.
No importando las revoluciones en las laderas,
ni las osamentas, ni el anonimato, ni el vacío.
La voluptuosidad silba despreocupada por las terracerías,
inciertas se vuelvan las noches
a como precarias las despedidas.
El viento repta impunemente los empedrados senos.
Fálico se agasaja, invade, viola y se place.
Se retrae y vuelve.
El gris es estático y olvido.
Las montañas no alardean habituales fisionomías.
En el verano, la lluvia se deja llevar por sus antojos y caprichos.
En el verano, sus rostros copulan medianía y hastío.
La mueca de frescura escribe del posterior otoño.
Batallan los milenios y generaciones.
La mesiánica promesa eyaculará el pétreo tálamo.
Entonces la culpabilidad hipócrita escupirá su falsa frigidez.
Invadidas irremediablemente, desfloradas irremisiblemente
se inventaran un carrusel de inimaginables aristas.
Entonces impondré una invocación tras la confesa promiscuidad.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
que provocan las montañas aledañas
con las necias ganas de responder al cuestionamiento
de la atemporal indiferencia.
También se pretenden así las cosas.
Comparativas. Usuales a las escalas.
Con sus rostros despoblados, aguardando.
No importando las revoluciones en las laderas,
ni las osamentas, ni el anonimato, ni el vacío.
La voluptuosidad silba despreocupada por las terracerías,
inciertas se vuelvan las noches
a como precarias las despedidas.
El viento repta impunemente los empedrados senos.
Fálico se agasaja, invade, viola y se place.
Se retrae y vuelve.
El gris es estático y olvido.
Las montañas no alardean habituales fisionomías.
En el verano, la lluvia se deja llevar por sus antojos y caprichos.
En el verano, sus rostros copulan medianía y hastío.
La mueca de frescura escribe del posterior otoño.
Batallan los milenios y generaciones.
La mesiánica promesa eyaculará el pétreo tálamo.
Entonces la culpabilidad hipócrita escupirá su falsa frigidez.
Invadidas irremediablemente, desfloradas irremisiblemente
se inventaran un carrusel de inimaginables aristas.
Entonces impondré una invocación tras la confesa promiscuidad.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
jueves, marzo 11, 2010
“El poeta catrín de cuna de arrabal”
Ese poeta es frívolo y su vaso de champagne
contiene la espuma de las gárgolas.
Viste de negro riguroso y
brilla el charol de sus zapatos
en el hambre del niño de la calle.
Ese poeta es superficial y su plato de caviar
inmisericordemente diezma al mar.
Su bastón tiene un extremo de oro
el otro de marfil y el humo de su cigarro
sanea con su hedor la voluntad de Dios.
Ese poeta es fútil y sus mujeres bailan
la danza de la muerte al amanecer.
Su tumba es de roble y los clavos de plata
no hay cristal para contemplar su rostro
no hay transparencias al final de su jornada.
Ese poeta es trivial y
la tierra negra resguardando su ataúd
la tomo de las laderas del Popocatepetl
un duende de arena y alquitrán.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
contiene la espuma de las gárgolas.
Viste de negro riguroso y
brilla el charol de sus zapatos
en el hambre del niño de la calle.
Ese poeta es superficial y su plato de caviar
inmisericordemente diezma al mar.
Su bastón tiene un extremo de oro
el otro de marfil y el humo de su cigarro
sanea con su hedor la voluntad de Dios.
Ese poeta es fútil y sus mujeres bailan
la danza de la muerte al amanecer.
Su tumba es de roble y los clavos de plata
no hay cristal para contemplar su rostro
no hay transparencias al final de su jornada.
Ese poeta es trivial y
la tierra negra resguardando su ataúd
la tomo de las laderas del Popocatepetl
un duende de arena y alquitrán.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
Ella mi dominio, su cuerpo mi usufructo
La cofradía de fantasías
ha depositado en sus manos
los remiendos del árbol invadido,
las hojas caídas, pisoteadas por el heno
hurtan la palabra bella de los labios.
El coleccionista de guijarros
cata el licor asido de los años,
el Dante Aliguieri oculto en canicas de madera,
da paso a los murmuros por las ventanas.
En el mercado los chapulines saltan en hogueras
en las taquerías el mezcal descansa la noche
en sus senos sacie mi terquedad obsesiva
en el compas de sus piernas libere mi halito
en dirección de la intransigencia.
Entierro en la arena mi estandarte
y grito su nombre para tomar posesión de ella.
Todos sus fragmentos me pertenecen
la incauto en cada deseo, ella mi feudo,
ella mi dominio, su cuerpo mi usufructo.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
miércoles, marzo 10, 2010
Free version of the Wedding at Cana
Turbulento el vacío de la ánfora sin vino
y María, la ojinegra, preguntando por el elixir permitido,
y la respuesta interrogativa que los minutos
no alcanzan la sobriedad de las horas.
Los seis recipientes de piedra guardan
solamente un par de sandalias de marfil,
las antorchas queman el antiguo aceite
con el apellido humo de las teas,
en los cien litros anónimos de pies veloces.
El agua se ha escapado de las tiendas
y las tribus nómadas abrevan en el brocal del pozo
mientras el mayordomo acaricia los cantaros
de las mujeres que danzan para la noche.
El novio limpia con sus manos
el albornoz de la ebriedad y
el aroma a almendras
fusila los ojos de los eunucos.
El mejor vino anega de sabor turquesa
los hilos dorados de la blanca vestidura,
y el primer milagro baila con las doncellas
en el plenilunio de la tormenta.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
y María, la ojinegra, preguntando por el elixir permitido,
y la respuesta interrogativa que los minutos
no alcanzan la sobriedad de las horas.
Los seis recipientes de piedra guardan
solamente un par de sandalias de marfil,
las antorchas queman el antiguo aceite
con el apellido humo de las teas,
en los cien litros anónimos de pies veloces.
El agua se ha escapado de las tiendas
y las tribus nómadas abrevan en el brocal del pozo
mientras el mayordomo acaricia los cantaros
de las mujeres que danzan para la noche.
El novio limpia con sus manos
el albornoz de la ebriedad y
el aroma a almendras
fusila los ojos de los eunucos.
El mejor vino anega de sabor turquesa
los hilos dorados de la blanca vestidura,
y el primer milagro baila con las doncellas
en el plenilunio de la tormenta.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
Canto 3
En las cincuenta y dos semanas insufla al verso:
el barro, la guerra, la inevitabilidad,
explosión en las entrañas muertas,
los atardeceres maquillando pubis desiertos,
y entre los escombros el ronquido de las cucarachas.
Los árboles leen del verano los frutos,
somnolientos, y el viento levanta polvo de las tardes.
Detrás del Sol un rebaño de ovejas
pasta el verdor y una estufa quema el pan.
Eriza la piel un recuerdo que gotea cada noche.
Mi montaña eres tú y edificaré mi heredad.
Las botas del campesino lloran en la vereda
hundida en fango, hundida siempre.
Un cortejo duerme en Abril la muerte de Junio
y los collares de plata se incendian en el atrio.
El reloj marca los incendios de tu rostro
y la venganza del barco de humo.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.
viernes, febrero 19, 2010
“Me entusiasma tu adiós”
La puerta de hierro del cementerio
tiene la altura del adiós
que dejaste escrito en líneas difusas
en la puerta de mi casa.
Es Noviembre y el camino silba
en medio del desconcierto, tu nombre,
y en los sepulcros encuentro
por lo menos una letra que te recuerda.
No hay flores aromáticas en mi mano
no traigo ninguna tarugadilla que nos una.
Llevo conmigo lo último que escribiste
en aquella vieja cuartilla
que encontraste bajo tu cama.
En mi cajetilla de cigarrillos cabe tu encendedor,
el de color rosa con el que dibujabas
conejos copulando sobre los colores del atardecer.
Y el bar donde te embriagabas
aún se seduce del castaño de tu pelo
y de la redondez perfecta de tus senos.
Fuiste sugerente hechizo
y pubis depositario de mi inflamada
inclinación por ti.
Deposito sobre el Cristo de madera
colocado en el promontorio de tu tumba,
el viejo trozo de papel y en él,
el poema que enajenada de alcohol y sexo
me escribiste y no he leído.
Algún año regresaré y nuevamente no estarás tú,
ni el poema ni yo.
Juan Espinoza Cuadra
Febrero de MMX
México.
tiene la altura del adiós
que dejaste escrito en líneas difusas
en la puerta de mi casa.
Es Noviembre y el camino silba
en medio del desconcierto, tu nombre,
y en los sepulcros encuentro
por lo menos una letra que te recuerda.
No hay flores aromáticas en mi mano
no traigo ninguna tarugadilla que nos una.
Llevo conmigo lo último que escribiste
en aquella vieja cuartilla
que encontraste bajo tu cama.
En mi cajetilla de cigarrillos cabe tu encendedor,
el de color rosa con el que dibujabas
conejos copulando sobre los colores del atardecer.
Y el bar donde te embriagabas
aún se seduce del castaño de tu pelo
y de la redondez perfecta de tus senos.
Fuiste sugerente hechizo
y pubis depositario de mi inflamada
inclinación por ti.
Deposito sobre el Cristo de madera
colocado en el promontorio de tu tumba,
el viejo trozo de papel y en él,
el poema que enajenada de alcohol y sexo
me escribiste y no he leído.
Algún año regresaré y nuevamente no estarás tú,
ni el poema ni yo.
Juan Espinoza Cuadra
Febrero de MMX
México.
sábado, febrero 13, 2010
Lequation
La vida se vislumbra un juego incierto
de encuentros y desencuentros,
mientras se suceden en su marcha predestinaciones
sospechosas y puede, predecibles.
Alguna mujer con etiqueta de elegida
camina por la alfombra del atardecer,
deteniendo su paso frente a los cristales de los restaurantes
buscando entre el barullo, los meseros y, las copas.
El viento frío de Febrero corre raudo por la avenida de la metrópoli
lo acompaña el hombre inexistente, el que ella busca y no está.
La ciudad con sus amplios boulevares,
inundada de fachadas relucientes,
la mira a ella caminar sola y sus pisadas lentas
debaten bajo el tendedero del desamor.
Su gabardina oscura se aleja entre los rótulos de detente
y las a veces rojas, en otras amarillas y casi siempre verdes luces
iluminan el camino disimulado tras el pelo revuelto de los caprichos y
se apagan en el trago a destiempo de las manías.
Desde otro punto de la vida observo el terciopelo oscuro de su espalda,
y el descenso conduce a orquestar un beso en sus caderas.
Pero cada letra que emerge de la espuma del mar es inaudible,
en la masa del pan de la mañana se vuelven mudas,
y el barro de la taza más antigua aguarda el holocausto del sonido.
La nieve de fresa y piña que saborea la cabalgata de nubes transparentes
se derrite lentamente dentro de la copa de cristal que ella dejo abandonada.
Juan Espinoza Cuadra
México
12 de Febrero de MMX
de encuentros y desencuentros,
mientras se suceden en su marcha predestinaciones
sospechosas y puede, predecibles.
Alguna mujer con etiqueta de elegida
camina por la alfombra del atardecer,
deteniendo su paso frente a los cristales de los restaurantes
buscando entre el barullo, los meseros y, las copas.
El viento frío de Febrero corre raudo por la avenida de la metrópoli
lo acompaña el hombre inexistente, el que ella busca y no está.
La ciudad con sus amplios boulevares,
inundada de fachadas relucientes,
la mira a ella caminar sola y sus pisadas lentas
debaten bajo el tendedero del desamor.
Su gabardina oscura se aleja entre los rótulos de detente
y las a veces rojas, en otras amarillas y casi siempre verdes luces
iluminan el camino disimulado tras el pelo revuelto de los caprichos y
se apagan en el trago a destiempo de las manías.
Desde otro punto de la vida observo el terciopelo oscuro de su espalda,
y el descenso conduce a orquestar un beso en sus caderas.
Pero cada letra que emerge de la espuma del mar es inaudible,
en la masa del pan de la mañana se vuelven mudas,
y el barro de la taza más antigua aguarda el holocausto del sonido.
La nieve de fresa y piña que saborea la cabalgata de nubes transparentes
se derrite lentamente dentro de la copa de cristal que ella dejo abandonada.
Juan Espinoza Cuadra
México
12 de Febrero de MMX
miércoles, enero 20, 2010
Mis dedos en tu encrucijada..

Al cerrar la puerta y quedar ambos a disposición del espacio proscrito,
mis pasos lentos, a propósito, me acercaron a ti,
e insinuante dejaste escapar el temblor de tus manos
a través del brillante borde de la copa de cristal,
y el sonido sosegó tu respiración apresada entre mis labios.
Te transformaste en sudorosa acuarela de fulgentes colores,
bailando tus senos tatuados de cuerpos celestes
una danza de atardecer violento y noche de descargo y recompensa.
En tu voz lúdica y estrangulada se escribió la primera anécdota
de nuestra historia clandestina.
Despojarte de los variopintos pétalos que escondían tu piel
dejo de ser una especulación para mudar a descifrarte total,
de lo abismalmente etérea transfiguraste a cálida humedad,
manada desde tus ojos con el atavío suplicante de irrumpirme en ti.
Mi vestidura quedo sobre la alfombra de colores viejos,
y se extravió el pasado en el cañada que bautice con tus huellas.
Te percibí cálida ráfaga de aire veraniego sobre aguas verdeazules,
te descubrí frontera carente para delimitar nuestro acto de lascivia,
te avisté cabalgante y atrapándome entre tus rodillas.
Trazos azules en la demarcación misma de tus caderas
coloco con el beso que he guardado desde el occidente de mis costillas.
Sin ropas ni argumentos acércate a mi árbol de los homenajes
y que el afán delire y se embriague la cópula y se apareé tu pelo al aire
y tu resquicio con mi cuerpo enajenadamente turbado.
Que los néctares te abunden, te llenen e inviten montar al Unicornio
al unísono de sus bramidos.
En tu encrucijada coloco mis dedos distantes y deletreo tu nombre.
Juan Espinoza Cuadra
México
Enero 20, MMX
sábado, enero 16, 2010
Es para ti...

Si no me hubiera despedido aquella tarde de Sol abrasador,
en la que el calor por ti ardía en mi sangre,
y palpitaba en mis dilatadas venas.
Fervor exaltado por el verano y por los besos
que no encontré en tus labios.
Y si te hubiera dicho lo que sentía por ti, haber tomado tu mano,
posarla en mi pecho, deshacerme de las conjunciones del idioma
y arrebatarte de la vida para mí.
Cuando partiste sin despedirte me derrumbe sobre una playa lejana,
y recorde las pocas veces que pude estar contigo.
Aquella noche, sobre todo, cuando me invitaste a bailar,
la melodía que no recuerdas y que no puedo olvidar,
y el aroma de tu cuerpo y tu mirada que me recorrió pleno.
Era tuyo y no te quedaste conmigo.
Las interrogantes que hoy extiendo en mi escritorio, no son tuyas.
El viento agita los arboles de tu calle con la misma intensidad
con la que tu recuerdo sacude el pasto de la casa que no tuvimos.
Somos un eco que se parte entre las solitarias y desiertas montañas,
un ruido que habita tu piel y rumia soledad y masca olvido.
No tuve el valor de confesarme ante ti, ni tú pudiste sincerarte.
Te quería expresiva, inundada, desmesurada y... callaste, y ahora,
las gaviotas revolotean nuestros techos asimétricos, adimensionales, espectrales... y vagamos por los acueductos
pintando recuerdos en las húmedas paredes.
Hoy te hago mía cada noche, en mis sueños,
porque no me diste la oportunidad
de regalarte un acorde de lluvia y con él tatuar tus senos.
Mis manos se deshacen al derramarse por tus caderas,
manoseando caricias que yacen muertas por los años
que no has estado conmigo.
Te fuiste volando solitaria en una hoja seca y
sigo sentado ante el atardecer,
aguardando una ráfaga de viento y te deposite en mis manos.
Estoy descalzo con mi camisa blanca,
la barba crecida y los ojos pintados de un abstracto desconocido,
aguardando a que pongas en tu mesa de roble
mi botella de vino.
Juan Espinoza Cuadra
México
16 de Enero de MMX
martes, enero 12, 2010
Vamos a bailar...

Desde mi entrada al salón insistí en encontrarte
y te hallé tal cual lo había imaginado…
irremediablemente deslumbrante enfundada
en el ajustado vestido color rosa que resaltaba
el amazónico azabache de tu largo y negro pelo.
Me detuve mientras elevabas tus ojos hacia mí
y sentada me contemplaste desde el brillo
exacerbado por los destellos del entorno de tus pupilas.
Tus ojos me hicieron un recuento exacto de todos los besos
de todos los abrazos, de todos los sueños
en la historia que tu habías compilado de ambos.
Mi mirada te recorrió tal cual extensa al ponerte en pie
y tu silueta en el ámbito mismo del contorno de tus caderas
provoco un escalamiento de suspiros reprimidos y
extendí mi mano y tu regresaste la refulgente copa de vino tinto
e invadiste con un vórtice de golpeteo sanguíneo con tu mano.
Te acercaste hundiendo tu mirada en mis ojos
provocativa insinuando al acercarte tus rojos labios
y percibí el húmedo y cítrico rocío de tu perfume,
temblaron mis labios al ritmo y cadencia
de la música suave que te envolvía y centelleaba
alrededor tuyo.
Te tome de la cintura y distinguí tu jadeante respiración
en mi cuello mientras tus brazos
se posaban delicadamente en mis hombros.
La eternidad dejo de ser un término ocioso
tras los dóciles movimientos de tu cuerpo,
y las armonías de mi baile contigo al cerrar mis ojos
me provocan un sutil éxtasis cuando no estoy contigo.
Juan Espinoza Cuadra
Mexico
Noviembre de 2009
viernes, enero 08, 2010
Ahí estuve…
Ahí estuve de nuevo entre mis recuerdos y los abrazos
entre los rostros del pasado y que aún persisten,
asociándome sin querer y batallando contra el peso de las cosas,
caminando las antiguas calles que se deshacen en colores nuevos
e inexistentes a lo lejos,
idos y vaciados en la lejanía.
Son mis tías las diosas de los guardados besos en mis mejillas de niño
son mis primas divas danzantes en los callejones del tiempo,
mis hermanos y primos cuales antecedentes
de rostros que persisten por no perderse,
y yo cada vez mas pareciéndome con los años a mi padre, a mi abuelo
y cada vez acercándome a la simiente de los míos, sin querer,
sin proponérmelo, inevitablemente sanguíneo.
Los hijos que van dejando de ser niños y los amigos y amigas
que andan los caminos de las hormigas enarbolando banderas sin escudos
señalando con sus dedos sin anillos hacia donde explotan los arcoíris.
Y el olor a café recién hecho abrazando de recuerdos la tarde, la vida,
y cada amor y cada mujer transitando del otro lado de la banqueta
caminando a la distancia el rumiante amor que se ciñe al alma.
No bastan los celos para abrir una nueva herida al desamor
cuando basta el cansancio de las nubes para pintar de gris claro
la tarde que avecina.
Y la despedida es otra faceta diáfana en el rostro perdurable
de los afectos que nuevamente quedan a la deriva.
Al final del día se recuerdan las hermanas que no están y
que han hecho de los divanes sus guaridas,
empapeladas de periódicos amarillos y de letras que aun vivas
persisten en proseguir muertas.
Juan Espinoza Cuadra
México
8 de Enero de MMX
martes, diciembre 15, 2009
Nos impusimos el exilio de ambos

Tras cerrar la puerta de tu casa quedas pensativa
absorta y dolida por mi recuerdo que se aleja con mis pasos,
absorta y dolida por mi recuerdo que se aleja con mis pasos,
y la distancia me lacera el rostro las manos la vida
esa que no tendre contigo porque la arrugue y
tire en una tarde de lluvia sobre la humeda banqueta.
Desato mis zapatos y camino descalzo bajo la borrasca
limpiando al alma de la culpa por no poder dejar de amarte.
Me cubre el cuerpo el agua fria de un temporal
que inicio desde siempre,
que se ha coludido con el gris del cielo
para trazar muecas de angustia en un rostro que se marchita.
Donde han quedado los años que no te he tenido conmigo?
deshojandose tras la tormenta para cubrir
de antiguedad el sepulcro donde yace tu poema
resguardado por los cipreses.
Juan Espinoza Cuadra
15 Diciembre 2009
Mexico.
jueves, octubre 08, 2009
Quanta

Es posible que la energía interior, alma o espíritu,
este configurada por niveles,
semejando el modelo cuántico de Bohr-Rutherford
y que la muerte sea una migración del quantum.
En esencia, somos magnitudes en un sistema
gobernado por un orden supremo
constantemente variando según el valor del cuanto,
bailando entre diversas perturbaciones en proporciones
que dependen de un precepto ondulatorio.
A lo largo de la finitud de recorrido de cada quata
es un tramo definido lo que llamamos vida,
y valores mínimos somos tendiendo a la mínima variación posible
y pasar de un estado discreto a otro.
Sospechoso no hay reporte de algún evento postmortem,
en el que el quantum caracterizará anomalías en su salto.
Carga eléctricas somos a la carga del electrón
asignadas al cambio determinado por el algoritmizador.
Funciones matemáticas asignadas a puntos en el espacio y el tiempo somos
y la probabilidad es el presente disfrazado de diversas interpretaciones.
Todos nuestros movimientos están contenidos en la función de ondas
y la teoría la extraemos de la necesidad de interpretar los propios eventos.
Nuestras propiedades ondulatorias contemplan la partida
de cada vector unitario hacia el espacio de Hilbert,
y la conclusión es que solo somos energía en transformación.
Los migrados son amores que van completando las ecuaciones
que rigen el indetenible transcurso de los quantum hacia Dios.
Juan Espinoza Cuadra
México
8 de Octubre de 2009
este configurada por niveles,
semejando el modelo cuántico de Bohr-Rutherford
y que la muerte sea una migración del quantum.
En esencia, somos magnitudes en un sistema
gobernado por un orden supremo
constantemente variando según el valor del cuanto,
bailando entre diversas perturbaciones en proporciones
que dependen de un precepto ondulatorio.
A lo largo de la finitud de recorrido de cada quata
es un tramo definido lo que llamamos vida,
y valores mínimos somos tendiendo a la mínima variación posible
y pasar de un estado discreto a otro.
Sospechoso no hay reporte de algún evento postmortem,
en el que el quantum caracterizará anomalías en su salto.
Carga eléctricas somos a la carga del electrón
asignadas al cambio determinado por el algoritmizador.
Funciones matemáticas asignadas a puntos en el espacio y el tiempo somos
y la probabilidad es el presente disfrazado de diversas interpretaciones.
Todos nuestros movimientos están contenidos en la función de ondas
y la teoría la extraemos de la necesidad de interpretar los propios eventos.
Nuestras propiedades ondulatorias contemplan la partida
de cada vector unitario hacia el espacio de Hilbert,
y la conclusión es que solo somos energía en transformación.
Los migrados son amores que van completando las ecuaciones
que rigen el indetenible transcurso de los quantum hacia Dios.
Juan Espinoza Cuadra
México
8 de Octubre de 2009
jueves, septiembre 03, 2009
El bebé atrapado

Dejas solo a tu hijo, privilegiando entre tus menesteres diarios,
la visita de tu prima Emma Cuadra,
y te haces pretender en la botella de aguardiente, a cada trago,
la orquesta de confidencias femeniles,
como aliciente para soportar el calor de la infidelidad paterna.
Te mueves obtusa e irreverente en los pocos espacios de la casa
y tu voz es melodía y tu rostro, embriagante dilema.
Y te reconozco como mi madre entre la soledad de mi cuna
y los espacios que se achican en el llanto por tu ausencia.
Y mis pies, diminutos, juegan a llamar tu atención,
continua y distante y ni mi llanto opaca tu predisposición por la avidez,
que le gana a mi necesidad por ti.
El llanto se eleva hasta la poquedad de los finitos límites
y la cuna sigue siendo de contornos blancos
con sus limitados extremos donde solo se acerca tu voz
en una lejanía irremediable.
Y desde el inicio la distancia que ha sido la misma distancia
en el desconocimiento de lo que hemos sido.
Tú en tu umbral del olvido y yo,
en la frontera de mi necesidad por ti.
Luego tu muerte fue tú mejor pretexto
para no contemplar conmigo los arcoíris amenazando tormentas,
y me encuentro en la necesidad de acurrucarme a solas
entre sábanas que nunca se aproximaron a ti.
Adiós y el pronto será la mejor bienvenida
para cuando nos toque encontrarnos en la dimensión
que estableciste en la soledad que solamente te corresponde a ti.
Juan Espinoza Cuadra
3 de Septiembre de 2009
México.
la visita de tu prima Emma Cuadra,
y te haces pretender en la botella de aguardiente, a cada trago,
la orquesta de confidencias femeniles,
como aliciente para soportar el calor de la infidelidad paterna.
Te mueves obtusa e irreverente en los pocos espacios de la casa
y tu voz es melodía y tu rostro, embriagante dilema.
Y te reconozco como mi madre entre la soledad de mi cuna
y los espacios que se achican en el llanto por tu ausencia.
Y mis pies, diminutos, juegan a llamar tu atención,
continua y distante y ni mi llanto opaca tu predisposición por la avidez,
que le gana a mi necesidad por ti.
El llanto se eleva hasta la poquedad de los finitos límites
y la cuna sigue siendo de contornos blancos
con sus limitados extremos donde solo se acerca tu voz
en una lejanía irremediable.
Y desde el inicio la distancia que ha sido la misma distancia
en el desconocimiento de lo que hemos sido.
Tú en tu umbral del olvido y yo,
en la frontera de mi necesidad por ti.
Luego tu muerte fue tú mejor pretexto
para no contemplar conmigo los arcoíris amenazando tormentas,
y me encuentro en la necesidad de acurrucarme a solas
entre sábanas que nunca se aproximaron a ti.
Adiós y el pronto será la mejor bienvenida
para cuando nos toque encontrarnos en la dimensión
que estableciste en la soledad que solamente te corresponde a ti.
Juan Espinoza Cuadra
3 de Septiembre de 2009
México.
viernes, agosto 28, 2009
El reto, la lluvia, tú y el olvido

Una mirada al pasado se esconde en la bruma de una tarde de lluvia,
un recuerdo que pernocta tibio y oculto entre los versos,
la certeza que allá en aquellos años estuviste para no volver jamás
y así te fuiste yendo entre los sucesivos amaneceres y atardeceres.
No es afirmación el olvido y si lo que te evoca en las gotas que golpean los cristales
de una casa cuyas ventanas están dormidas,
y te conservas lejana entre las hojas que se fueron poniendo amarillas,
y yaces en el café que se fue situando frío,
en el cigarrillo que se fue consumiendo solitario.
En el sitio arrinconado hay tres gardenias que rehúsan fallecer,
aguardan con la esperanza entre el color de sus pétalos y
entrelazan sus lágrimas al golpeteo repetitivo e intenso de la lluvia.
El color grisazul de la tormenta abriga tu cuerpo en la cúspide de la montaña
en los pinos y abetos se desparrama tu aroma a yerba seca y húmeda de lluvia,
y el frío sea hace tan intenso como tu partida.
Juan Espinoza Cuadra
28 de Septiembre de 2009
México.
un recuerdo que pernocta tibio y oculto entre los versos,
la certeza que allá en aquellos años estuviste para no volver jamás
y así te fuiste yendo entre los sucesivos amaneceres y atardeceres.
No es afirmación el olvido y si lo que te evoca en las gotas que golpean los cristales
de una casa cuyas ventanas están dormidas,
y te conservas lejana entre las hojas que se fueron poniendo amarillas,
y yaces en el café que se fue situando frío,
en el cigarrillo que se fue consumiendo solitario.
En el sitio arrinconado hay tres gardenias que rehúsan fallecer,
aguardan con la esperanza entre el color de sus pétalos y
entrelazan sus lágrimas al golpeteo repetitivo e intenso de la lluvia.
El color grisazul de la tormenta abriga tu cuerpo en la cúspide de la montaña
en los pinos y abetos se desparrama tu aroma a yerba seca y húmeda de lluvia,
y el frío sea hace tan intenso como tu partida.
Juan Espinoza Cuadra
28 de Septiembre de 2009
México.
jueves, agosto 20, 2009
En la terraza y el vino

Sobre la mesa de la terraza
hay un candelabro y posada una vela que humea la noche.
Hemos apagado toda luz y a solas,
apuramos con la lentitud de un sonido lejano
los sorbos de vino que se escapan hacia nosotros
por los rayos de luna que se cuelan por el tejado.
Y tu silueta descansa en las penumbras,
irradia cada tenue línea de tu cuerpo ,
y coloco mi copa entre el ansía y la incertidumbre.
El silencio nos atrapa y es la voz de la luna
que toca sobre tus hombros para que mis ojos
procuren descubrir las palabras que más se aproximen a ti.
Basta la quietud y la prolongación del silencio
para inundarme con el subversivo leve de tus labios.
Y entre nosotros la nada devela su nocturno rostro
con el canto de los grillos y la sutil invitación de la quietud.
Mírame desde los bordes de la espuma de mar
que aperlan tus pies y
contémplame desde las siluetas de infinito
que dibujas cada noche con tus dedos.
Ahí estaré para ti
suspendido entre el frío y
la irreverente vocación que tienen los caracoles de mar
por el olvido.
Juan Espinoza Cuadra
México
20 de Agosto de 2009
hay un candelabro y posada una vela que humea la noche.
Hemos apagado toda luz y a solas,
apuramos con la lentitud de un sonido lejano
los sorbos de vino que se escapan hacia nosotros
por los rayos de luna que se cuelan por el tejado.
Y tu silueta descansa en las penumbras,
irradia cada tenue línea de tu cuerpo ,
y coloco mi copa entre el ansía y la incertidumbre.
El silencio nos atrapa y es la voz de la luna
que toca sobre tus hombros para que mis ojos
procuren descubrir las palabras que más se aproximen a ti.
Basta la quietud y la prolongación del silencio
para inundarme con el subversivo leve de tus labios.
Y entre nosotros la nada devela su nocturno rostro
con el canto de los grillos y la sutil invitación de la quietud.
Mírame desde los bordes de la espuma de mar
que aperlan tus pies y
contémplame desde las siluetas de infinito
que dibujas cada noche con tus dedos.
Ahí estaré para ti
suspendido entre el frío y
la irreverente vocación que tienen los caracoles de mar
por el olvido.
Juan Espinoza Cuadra
México
20 de Agosto de 2009
miércoles, agosto 19, 2009
A César Kairos, el rapsoda de entonces

Oye compañero de las aulas de la adolescencia,
te acuerdas cuando pintaste de colores lo que nos dejo
aquella ventisca que agitó nuestras sienes?
porque a partir de aquellos tonos los ciervos de entonces
cabalgan como unicornios por la alborada.
Oye amigo, aquellas atalayas donde te posaste
para blandir en la vastedad los giros de tus poemas
hoy son ruinas pintadas de marquesinas festivas
que abrevan solitarias en las letras que nos inventaste.
Oye hermano, en la adultez seguimos caminando a solas
quizás hasta distantes con una sensación otra vez de distancia
y nuestro pelo ya encanecido nuevamente se agita libre
en los carruseles y laberintos que nos van conduciendo
al final de la jornada.
Oye poeta, te has subido a la cima de tu aventura
con los pies descalzos y atrapando en tu pecho
las estrellas que no te atreviste a pintar de niño.
Poeta, deja que la lágrima recorra lo finito que se te antoja la cuartilla
para que al despertar al nuevo día te percates
que los unicornios aún tienen la capacidad de llorar.
Juan Espinoza Cuadra
México
19 Agosto 2009
te acuerdas cuando pintaste de colores lo que nos dejo
aquella ventisca que agitó nuestras sienes?
porque a partir de aquellos tonos los ciervos de entonces
cabalgan como unicornios por la alborada.
Oye amigo, aquellas atalayas donde te posaste
para blandir en la vastedad los giros de tus poemas
hoy son ruinas pintadas de marquesinas festivas
que abrevan solitarias en las letras que nos inventaste.
Oye hermano, en la adultez seguimos caminando a solas
quizás hasta distantes con una sensación otra vez de distancia
y nuestro pelo ya encanecido nuevamente se agita libre
en los carruseles y laberintos que nos van conduciendo
al final de la jornada.
Oye poeta, te has subido a la cima de tu aventura
con los pies descalzos y atrapando en tu pecho
las estrellas que no te atreviste a pintar de niño.
Poeta, deja que la lágrima recorra lo finito que se te antoja la cuartilla
para que al despertar al nuevo día te percates
que los unicornios aún tienen la capacidad de llorar.
Juan Espinoza Cuadra
México
19 Agosto 2009
Ávido de ti

Entras a mi escarpada avidez por ti
desde mi inundada y tu anegada desnudez.
La luz transita sin indulgencia cada tramo de las pieles
en un canto de abismo loco y penetración a sorbos.
Ahí es donde tú quieres estar
a resguardo de mi sudoroso cuerpo
que toca en tu orquídea
los acordes de un himno dolente y temerario.
Y tus labios los atrapo entre un suspiro y un te amo
escondidos en el brillo oscuro de los ojos.
Mis manos se aferran cada vez más a tus caderas
en una suerte de prolongación desmedida
haciendo de cada nuevo encuentro
un crucigrama de recuerdos
tatuado en un bote que va hacia la deriva.
Juan Espinoza Cuadra
México
19 Agosto 2009
desde mi inundada y tu anegada desnudez.
La luz transita sin indulgencia cada tramo de las pieles
en un canto de abismo loco y penetración a sorbos.
Ahí es donde tú quieres estar
a resguardo de mi sudoroso cuerpo
que toca en tu orquídea
los acordes de un himno dolente y temerario.
Y tus labios los atrapo entre un suspiro y un te amo
escondidos en el brillo oscuro de los ojos.
Mis manos se aferran cada vez más a tus caderas
en una suerte de prolongación desmedida
haciendo de cada nuevo encuentro
un crucigrama de recuerdos
tatuado en un bote que va hacia la deriva.
Juan Espinoza Cuadra
México
19 Agosto 2009
jueves, julio 09, 2009
Mi melodía para ti

Cierra los ojos y escucha los acordes sostenidos
en el más largo de los tonos graves
y desde esa percepción de temblor y abandono
ve los delgados huesos de los dedos del pianista.
Una vela revolotea su macilenta luz sobre
el polvo viejo y fino que reposa sobre las teclas,
las cortinas están húmedas y olvidadas y
las armonías lloran en la habitación
atemporalmente oscura.
Escucha la desgarrada declaración que adormece
sobre la penumbra y llora desde la lejanía conmigo,
con una copa de vino que se ha quedado aletargada
entre mis manos que ya no te encuentran.
Mi soledad pende de cada toque en el teclado
y te has convertido en algo irresoluto,
interminado y me absuelvo de ti,
para salir a la oscuridad,
esa donde su letargo ya no depende de mí.
Juan Espinoza Cuadra
Julio de 2009
México.
en el más largo de los tonos graves
y desde esa percepción de temblor y abandono
ve los delgados huesos de los dedos del pianista.
Una vela revolotea su macilenta luz sobre
el polvo viejo y fino que reposa sobre las teclas,
las cortinas están húmedas y olvidadas y
las armonías lloran en la habitación
atemporalmente oscura.
Escucha la desgarrada declaración que adormece
sobre la penumbra y llora desde la lejanía conmigo,
con una copa de vino que se ha quedado aletargada
entre mis manos que ya no te encuentran.
Mi soledad pende de cada toque en el teclado
y te has convertido en algo irresoluto,
interminado y me absuelvo de ti,
para salir a la oscuridad,
esa donde su letargo ya no depende de mí.
Juan Espinoza Cuadra
Julio de 2009
México.
jueves, junio 25, 2009
“La primera muerte no basta”

Mi rostro envejecido bastamente transitado
por el tiempo por los recuerdos
inmóvil lo atrapa el reducido espacio
donde los paradigmas se evaden de la vida.
por el tiempo por los recuerdos
inmóvil lo atrapa el reducido espacio
donde los paradigmas se evaden de la vida.
Es el rostro de mi abuelo y no soy él
y por caminos diferentes nos encontramos
en el mismo punto donde el todo inicia
y la nada no termina.
Palpó desde la dimensión en que invento y puedo
la tosquedad de la madera
la rusticidad con que el mar me despide
la simplicidad con que me abortó
hacia donde los rostros dejan de serlo.
Y me convierto en el acorde de lo etéreo
arrodillado ante un altar pintado de misticismos
evadido fugado y erigiendo sobre mis evocaciones
el último camino.
El aroma es ancestralmente lúdico
escalofriantemente aleatorio
deambula por las grises y antiguas columnas
posa en las bancas de concreto desoladas
su concubinato con las lágrimas y el dolor
se remonta al acto mágico de cerrar los ojos
y percibir la mágica fragancia a tierra húmeda
y la soledad regresa mojándose los pies
en la noche que se hace eterna y lluvia.
Juan Espinoza Cuadra
23 de Junio de 2009
México
y por caminos diferentes nos encontramos
en el mismo punto donde el todo inicia
y la nada no termina.
Palpó desde la dimensión en que invento y puedo
la tosquedad de la madera
la rusticidad con que el mar me despide
la simplicidad con que me abortó
hacia donde los rostros dejan de serlo.
Y me convierto en el acorde de lo etéreo
arrodillado ante un altar pintado de misticismos
evadido fugado y erigiendo sobre mis evocaciones
el último camino.
El aroma es ancestralmente lúdico
escalofriantemente aleatorio
deambula por las grises y antiguas columnas
posa en las bancas de concreto desoladas
su concubinato con las lágrimas y el dolor
se remonta al acto mágico de cerrar los ojos
y percibir la mágica fragancia a tierra húmeda
y la soledad regresa mojándose los pies
en la noche que se hace eterna y lluvia.
Juan Espinoza Cuadra
23 de Junio de 2009
México
jueves, junio 11, 2009
Whitman, la heredad

Con las manos delineaste en tu espíritu
un altar incorrupto
y simulaste al universo
desde tus ojos al verso.
Cítara sin prorrogas y tus dedos concibiendo
cadencias de colores y compases
pactando brío y balbuceos de ebriedad.
Whewell derrapó lágrimas sobre el tardío y
flemático rostro del reproche,
y los labios de la meretriz insatisfecha
apura de la sórdida copa de Emerson,
la irreversible orfandad.
La rústica mesa emana olores a incienso y canela.
Mustio el desamparo y la adversidad vacila
pendida de la verdad relativa
mientras los pelícanos sobrevolaban la ingesta
de las revoluciones contemporáneas.
Plasmaste un irrestricto vínculo con el vacío
y en el rostro de la constelación esculpiste el beso.
Trascendiste la ofuscada y confusa personalidad de la roca
abrevando elixires reservados al lenguaje de lo inerme.
En Emerson y Kant los silbidos de la noche bailaron
una melodía diurna y etérea y temblaron tus dedos
al tomar del camino un trozo de heno seco.
Tus dardos entintados enlutaron el rostro del romancero
para erogarte la soledad y la invisibilidad del viento.
Hojas de hierba hay en el jardín
livianamente copulando en verano
y escapan los grises de sequía y
los pajizos de los estiajes.
Juan Espinoza Cuadra
Junio de 2009
México
un altar incorrupto
y simulaste al universo
desde tus ojos al verso.
Cítara sin prorrogas y tus dedos concibiendo
cadencias de colores y compases
pactando brío y balbuceos de ebriedad.
Whewell derrapó lágrimas sobre el tardío y
flemático rostro del reproche,
y los labios de la meretriz insatisfecha
apura de la sórdida copa de Emerson,
la irreversible orfandad.
La rústica mesa emana olores a incienso y canela.
Mustio el desamparo y la adversidad vacila
pendida de la verdad relativa
mientras los pelícanos sobrevolaban la ingesta
de las revoluciones contemporáneas.
Plasmaste un irrestricto vínculo con el vacío
y en el rostro de la constelación esculpiste el beso.
Trascendiste la ofuscada y confusa personalidad de la roca
abrevando elixires reservados al lenguaje de lo inerme.
En Emerson y Kant los silbidos de la noche bailaron
una melodía diurna y etérea y temblaron tus dedos
al tomar del camino un trozo de heno seco.
Tus dardos entintados enlutaron el rostro del romancero
para erogarte la soledad y la invisibilidad del viento.
Hojas de hierba hay en el jardín
livianamente copulando en verano
y escapan los grises de sequía y
los pajizos de los estiajes.
Juan Espinoza Cuadra
Junio de 2009
México
jueves, junio 04, 2009
Tears

Por tu mejilla resbalan lágrimas
trémulos y ebrios los ojos,
fluye la inmóvil lejanía
y emana de la semicurvatura, el adviento.
La piel apropia el rastro
bebe el surco del hastío
dibuja dolor y acuarelas,
traza blancos, grises y negros
en el sopor de los cañaverales.
Duele mi ausencia,
golpea mi vacío,
doblas tu cintura y
cierras tus ojos a la espera
de mi desterrada
embriaguez por ti.
Juan Espinoza Cuadra
Junio de 2009
México.
trémulos y ebrios los ojos,
fluye la inmóvil lejanía
y emana de la semicurvatura, el adviento.
La piel apropia el rastro
bebe el surco del hastío
dibuja dolor y acuarelas,
traza blancos, grises y negros
en el sopor de los cañaverales.
Duele mi ausencia,
golpea mi vacío,
doblas tu cintura y
cierras tus ojos a la espera
de mi desterrada
embriaguez por ti.
Juan Espinoza Cuadra
Junio de 2009
México.
viernes, mayo 29, 2009
Diez años, los primeros
La ventana está abierta y
el aire de esta mañana de primavera
aún ondea tu perfume entre los sofás, las mesas,
las camas y tus plantas.
Cada detalle en las paredes
recuerda los momentos
de éstos 10 años de aventuras,
juegos, hijo, familia, sonrisas y tristezas.
Nos hemos acompañado sin condiciones y en libertad
dejando fluir al amor entre los dos
sin barrotes y acotaciones.
Entre la complicidad y la coautoría hemos personado
en cada año transcurrido
abreviaturas humanas de lo que puede ser
una aproximación a la fábula del amor.
Y cada mañana los sonidos del nuevo día
traen consigo una versión nueva de ti misma y
tus derivaciones.
Y tú todo lo llenas y lo complementas
te completas y nos inundas y conduces
sin dejar de ser el blanco alcatraz
que opaca al plenilunio
de cada uno de estos diez Octubres.
Juan Espinoza Cuadra
29 de Mayo de 2009
México.
el aire de esta mañana de primavera
aún ondea tu perfume entre los sofás, las mesas,
las camas y tus plantas.
Cada detalle en las paredes
recuerda los momentos
de éstos 10 años de aventuras,
juegos, hijo, familia, sonrisas y tristezas.
Nos hemos acompañado sin condiciones y en libertad
dejando fluir al amor entre los dos
sin barrotes y acotaciones.
Entre la complicidad y la coautoría hemos personado
en cada año transcurrido
abreviaturas humanas de lo que puede ser
una aproximación a la fábula del amor.
Y cada mañana los sonidos del nuevo día
traen consigo una versión nueva de ti misma y
tus derivaciones.
Y tú todo lo llenas y lo complementas
te completas y nos inundas y conduces
sin dejar de ser el blanco alcatraz
que opaca al plenilunio
de cada uno de estos diez Octubres.
Juan Espinoza Cuadra
29 de Mayo de 2009
México.
miércoles, mayo 27, 2009
Íntimo

Tus ojos me extrapolan al vórtice,
al reducto, a la unicidad,
me incluyes total bajo tus pupilas,
a especular tus contracciones,
a sospechar el temblor de tu vientre y
a hacer sonreír al silencio en el intento de los dos.
Te aproximas total y despojada
irreverente, rebelde y asumida mía.
Descubres en la precocidad de tus labios
la cábala, la profecía de tu gemido ahogado.
Alborotas con tu pelo el umbral de la vastedad
y me escondes el conteo de tu ventisca y
ahí permanezco, en el yo de tus tormentas.
Carezco de la voluntad para declinar
la magia de tu abierto limbo,
e instintivamente nos hacemos a partir de dos.
Gadeante alboroto tu pelo
y me fugo por el aroma de tu piel,
y dormito cansado entre las turgencias, como perdido
para que nuevamente vengas por mi.
Tu mano extendida aboga reconciliar
mis ojos cerrados en la habitación oscura.
Pero estas tú, libre y asilando los desnudos cuerpos,
al te amo desesperado, libidinal que pernocta olvidado
en la punta de mis dedos.
Juan Espinoza Cuadra
Mayo de 2009
México.
al reducto, a la unicidad,
me incluyes total bajo tus pupilas,
a especular tus contracciones,
a sospechar el temblor de tu vientre y
a hacer sonreír al silencio en el intento de los dos.
Te aproximas total y despojada
irreverente, rebelde y asumida mía.
Descubres en la precocidad de tus labios
la cábala, la profecía de tu gemido ahogado.
Alborotas con tu pelo el umbral de la vastedad
y me escondes el conteo de tu ventisca y
ahí permanezco, en el yo de tus tormentas.
Carezco de la voluntad para declinar
la magia de tu abierto limbo,
e instintivamente nos hacemos a partir de dos.
Gadeante alboroto tu pelo
y me fugo por el aroma de tu piel,
y dormito cansado entre las turgencias, como perdido
para que nuevamente vengas por mi.
Tu mano extendida aboga reconciliar
mis ojos cerrados en la habitación oscura.
Pero estas tú, libre y asilando los desnudos cuerpos,
al te amo desesperado, libidinal que pernocta olvidado
en la punta de mis dedos.
Juan Espinoza Cuadra
Mayo de 2009
México.
domingo, abril 19, 2009
Charles Spheniscidae

mientras el gallopinto de la casa aguarda impávido
el queso frito que no llega.
La batalla por el hambre tiene tatuados a los hijos,
poeta de versos motelescos andas callejuelas
perdidas en tus manos.
Aventuras caminar solo, embriagado de sucias
y violadas costas, el Lago de Managua,
hueles podredumbre y afinas el lápiz de grafito
para versos que mirarán
hundirte en el próximo ron.
No eres del barrio perdido en las fauces de la capital
eres de caminares abstraídos en zapatos rotos
y pies que piden limosnas en el cáliz tardío.
Te llamas Carlos o quizás Carlo montando crestas
conspicuas de labios e insignes de cuerpo,
labios hundidos al fondo de cráteres
vernáculamente guitarreas el aroma a café.
Sentado la soledad agita tu pelo
así te miro, poeta solo y el calor
golpeando los años, el viento, los recuerdos.
Tu prosa cabalga solitaria en los contornos de la nada.
La otra copa y divagarán los árboles
entre el halo de vida y olor de los cementerios.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de 2009
México.
martes, abril 14, 2009
Es real, murió el cholo peruano y Pablo, su amigo

Andan los velos negros peruanos, mexicanos o nicaragüenses
cabizbajos abonando lágrimas alrededor de la fuente.
La muerte duele atrapada en los cojones.
La suplica precaria demanda lo que no se siente ni se tiene.
De púrpura la Semana Santa toma café por la mañana.
Dichosa que lleva a su estómago de espinas
carne de difuntos.
Vino y sangre derraman
el rostro adúltero del poeta.
La sotana enmierdada del sacerdote pederasta
rié en el féretro proscrito.
Jodido el que se muere llamándose Pablo
y más jodido el cholo que se murió en otro poema.
El barro de las carnes de Pablo
abre matices en su alter ego.
Anónimamente piso huellas, carnes
y mascullo mis hembras.
Machu Pichú gomorrea la penumbra
del muro caído.
Tartamudea en la lluvia el repetido sexo
caen gotas de lodo por las mejillas. El día bosteza.
No hay lágrimas ni versos de amor
la avenida es gris y la cicatriz de la muerte
descansa en el vaivén de la hamaca.
Juan Espinoza Cuadra
México
Abril de 2009
lunes, abril 13, 2009
A la mujer que despedí

en tu alma árida y retorcida.
Desdoblas el aguacero
con tu retardada sonrisa
y los cargadores de verduras
corren tras tu velo de seda
vagando entre los dedos del viento.
En el espejo,
miras del otro lado
manzanas rojas al centro
de deshabitadas mesas.
Siete burdeles lloran culpables
los quejidos, lamentos y tequieros
del deportado humo de cigarrillo.
Cae una gota de lluvia
y te declaro no mía y te exorcizó
abstracta infiel y sombría.
Juan Espinoza Cuadra
México
Junio de 1998
miércoles, abril 01, 2009
Al poeta autista
Entre hojas derruidas y aroma a orín de roedor
presume sus cicatrices el adulador de onanismos.
Marquesinas desvencijadas dejan escapar prófugos reflejos
a la circuncidada callejuela donde domicilias tus cortedades.
Arrojas las pocas estructuraciones del poema
al sendero escasamente visible trazado por ti
en la única e indivisible cuartilla
y te repites infinitamente como la caída de las
hojas de jacarandas en el irrestricto y cíclico otoño.
Argüiste sin éxito lo inmeritorio de tu proscripción
y carente de lucidez,
especulan tus lágrimas con los sonidos unimonótonos.
Labraste burdas fluctuaciones en tu ergástula.
Tus poemas jóvenes subsisten dormidos
sobre butacas muertas del film que omitiste finalizar.
Te puedes llamar Carlos y juguetear con pingüinos
estirando y encogiendo la discontinuidad de los anillos de Saturno
divagar la isólidez de la trama de Galilei,
pero no podrás abstraerte de andar la banda de Cassini
lápiz en mano y corrigiendo sin cesar
el fragmentario y mutilado poema.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de 2009
presume sus cicatrices el adulador de onanismos.
Marquesinas desvencijadas dejan escapar prófugos reflejos
a la circuncidada callejuela donde domicilias tus cortedades.
Arrojas las pocas estructuraciones del poema
al sendero escasamente visible trazado por ti
en la única e indivisible cuartilla
y te repites infinitamente como la caída de las
hojas de jacarandas en el irrestricto y cíclico otoño.
Argüiste sin éxito lo inmeritorio de tu proscripción
y carente de lucidez,
especulan tus lágrimas con los sonidos unimonótonos.
Labraste burdas fluctuaciones en tu ergástula.
Tus poemas jóvenes subsisten dormidos
sobre butacas muertas del film que omitiste finalizar.
Te puedes llamar Carlos y juguetear con pingüinos
estirando y encogiendo la discontinuidad de los anillos de Saturno
divagar la isólidez de la trama de Galilei,
pero no podrás abstraerte de andar la banda de Cassini
lápiz en mano y corrigiendo sin cesar
el fragmentario y mutilado poema.
Juan Espinoza Cuadra
Abril de 2009
jueves, marzo 12, 2009
Josh Naiot

Te veo a la distancia jugando mis manos
con tu perturbador y subversivo pelo
y dando pequeños saltos,
despreocupados y juguetones retozos
por sobre los tabiques de plastilina dispersos por el pasto y
que has alineado de forma espontánea para orientarme hacia ti.
Alguna mañana de tu niñez
te observe salir de nuestra casa en Altamira D’Este
y dirigirte hacia tu aula de clase donde me decías
combatirías con tu amigo el dinosaurio.
Tus primeros anteojos para corregir tu astigmatismo
me recordaron a mi padre y con ellos en tu rosto
caminaste hacia mí y me miraste a los ojos
y comprendí hijo mío que nunca habrían distancias
a pesar de los cristales con que nos cubre la vida.
En el regazo de tu abuela Matilde Cuadra conjuntaste
las obras de arte que plasmaste en las paredes de la casa
con el dulce color de tu siesta
mientras la tarde amainaba la tibiez asfixiante
del fragor del húmedo verano.
Luego, el sosiego infiltraba su brisa a través de la llegada de la noche
y tus ojos se abrían para descubrirme contemplando tu despertar.
Cuando te vi por primera vez en el cunero del hospital donde naciste
te descubrí desde mis ojos de niño manipulando mis camiones y aviones de madera.
Supe entonces que yo dejaría de ser para ser el otro ligado por siempre a ti,
que abandonaría mi vocación de transitar sin rumbo las gregarias calles
desertando de mis escuálidos y viejos trazos ahorcados en la nada
para familiarizarme con tus matices en los óleos de fantasía
que yacen en tu sonrisa de frutas frescas y en tu mirada de aroma de invierno.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México
con tu perturbador y subversivo pelo
y dando pequeños saltos,
despreocupados y juguetones retozos
por sobre los tabiques de plastilina dispersos por el pasto y
que has alineado de forma espontánea para orientarme hacia ti.
Alguna mañana de tu niñez
te observe salir de nuestra casa en Altamira D’Este
y dirigirte hacia tu aula de clase donde me decías
combatirías con tu amigo el dinosaurio.
Tus primeros anteojos para corregir tu astigmatismo
me recordaron a mi padre y con ellos en tu rosto
caminaste hacia mí y me miraste a los ojos
y comprendí hijo mío que nunca habrían distancias
a pesar de los cristales con que nos cubre la vida.
En el regazo de tu abuela Matilde Cuadra conjuntaste
las obras de arte que plasmaste en las paredes de la casa
con el dulce color de tu siesta
mientras la tarde amainaba la tibiez asfixiante
del fragor del húmedo verano.
Luego, el sosiego infiltraba su brisa a través de la llegada de la noche
y tus ojos se abrían para descubrirme contemplando tu despertar.
Cuando te vi por primera vez en el cunero del hospital donde naciste
te descubrí desde mis ojos de niño manipulando mis camiones y aviones de madera.
Supe entonces que yo dejaría de ser para ser el otro ligado por siempre a ti,
que abandonaría mi vocación de transitar sin rumbo las gregarias calles
desertando de mis escuálidos y viejos trazos ahorcados en la nada
para familiarizarme con tus matices en los óleos de fantasía
que yacen en tu sonrisa de frutas frescas y en tu mirada de aroma de invierno.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México
martes, marzo 10, 2009
“Siete pétalos del amor hurtado”

Si me dejas caminar desguarnecido con paso lejano a ritmos de distancia
probablemente no me olvides y conserves tu taza de té caliente
sobre el buró donde te he dejado los siete pétalos del aroma hurtado.
En mi teclado te retrato monástica y
claústrica para que me ocultes
en el incienso lúbrico de nuestro lugar inédito
e insistas y me exorcices en la ilimitidez de tus muslos blancos,
y morder suicida el rojo incendiario de tus labios y me recorras
extendida y abismal cotejando tus dedos los anillos del túnel infiltrado
y tu sudor me asalte las manos el rostro la boca los labios.
Luego permite enmendar la disensión que provocan tus senos
al irrumpir sus coronas rosas mi sosiego y
luego de los tropiezos que admites
tus manos apresen la vida en mi borde de obstáculos.
Tiara y báculo adornan tu despojada cintura y
danzas repetidamente desnuda
dispersa honda e inexactamente mía
y la cópula la tornas cúspide de éxtasis y
coito desenmascarado albedrio y tenso desvarío .
Jadeante a tu lado, el amor descalzo tira piedras
a las turquesas aguas de tu vientre deshabitado .
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México.
“Te incauto mi adiós con otro significado”

No lo circunscribe el perímetro de la nube que se aleja
ni desliza hacia abajo por provocación de avalancha alguna
y es la palabra con cinco letras más concurrida y asediada
en la añeja aldea que se pierde en los últimos brillos de la tarde.
No hay dimensión que establezca nuestra distancia
y se extiende el número y el ángulo y la ecuación tiembla en mi mano,
cierro mis ojos para mirar las secuencias y sus respuestas
y no atino a ajustar las méndigas cinco letras a significado alguno
hasta que no te miro hasta que no estás conmigo
y deja de ser una cicatriz agazapada en el viento
y la conviertes tu misma en armonía.
Y el adiós tú lo redefines como una divinidad prófuga
una prostituida diosa que juega con los brotes de elote
en la ciénaga aturdida e irremediablemente vacía.
Levanto la mano para que el hasta luego no sucumba al fuego
y bese a sus concubinas hasta el otro amanecer en la vastedad de su caverna.
Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México.
lunes, febrero 16, 2009
María, no es para ti ni para mí

de una ráfaga de cálida brisa y fluyendo invadió mi vida
a través de una distante y solitaria ventana.
En un manojo de naipes amontonados hallados en un camino encantado
encontré el rostro de María envuelto por un faro cuya luz reptaba
por la espalda y el lado oculto de la primera de las estrellas.
Desarropada María torné a contemplar su flor abierta y
entre el pasto y mis desvaríos atisbamos la aurora
desde la humedad desde la cual alzamos nuestros dedos
para dibujar acuarelas en el oscuro profundo de la alborada.
Nunca tuve a María entre mis manos y mucho menos
bajo las anónimas sábanas de mi cama pero si la tuve
entre cada letra de cada amorfa letanía que sudó mi cuerpo.
En sus senos nadé desabrigado de mis decaimientos y
mi carencia por convertir los días en una orgía atemporal
lo convertí en un dilema para la nueva historia que no contaré.
María y su piel tienen un arcoírico tono con el cual adormecen
los pastos verdes y los frentes de pinturas de tonos claros de la colonia de clase media
donde nos escabullimos para jugar a los desposeídos
con nuestros labios golpeándose y acribillándose bajo el aullido de los coyotes.
Y el aroma de su cuello es tan fuerte como el aliento del tequila
y sus hombros semejan las pencas más azules de los agaves,
desnuda camina delante de mí con sus pies llenos de barro
presumiendo la vida bajo su muda cintura.
María es un atardecer de colores que se mezclan en mi respiración temblorosa
donde el instinto maquilla a las hojas secas con la arena plata
secuestrada para el olvido en una bufanda perdida
en el cuarto menguante de Febrero.
Juan Espinoza Cuadra
Diciembre 2008
México
“La esquina de la calle de San Valentín”

razones para mirar al cielo en búsqueda
de nuevas figuras con las que jugar y sonreír.
Al besarte no siento el calor que me infundían
la cercanía, roce y contacto de tus labios
y solamente debo cerrar los ojos y recordar
el ansía y deseo que provocabas cuando te conocí.
Los besos que ahora no te doy los ahogué
en las copas de vino que lloraron conmigo por ti.
No tiene caso me esperes despierta cuando no llegaré.
No tiene caso acomodes mi almohada y alises sabanas
y coloques mis pijamas al borde de la cama.
No tiene caso insistas en repetir me amas
cuando me has convertido en hábito y
oración de tu macilento devocionario.
Me iré sin que te percates una mañana de invierno
y dejaré colgadas todas mis chamarras en el armario,
llevaré conmigo las hojas donde escribí mi primer poema
para sentarme en una banqueta fría a corregir los innumerables errores
que solo atiné a borrar cuando apresuradamente te las obsequié.
Una lúgubre armonía hiere mis manos al intentar recobrarte
desde las imitaciones que duermen a los pies de los apagados candelabros.
No he dejado de caminar y mis pies adoloridos
buscan como alejarse de ti para que mis pasos
ni mi recuerdo te hieran y te hastíen.
El amor nos abandono es una esquina para despedirnos
y tomarás tu el sentido del viento y yo… la dirección del olvido.
Juan Espinoza Cuadra
14 de Febrero 2009
México
jueves, enero 29, 2009
Osamentas

elaboré imitaciones de un barro prohibido
para avergonzarme al mirar mi rostro
en el reflejo de mis manos culpables.
Dispersas y rotas quedan tras de mi
las esculturas que ahora me señalan.
Sus rostros inexpresivos persiguen mis pasos,
me alcanzarán y tu ya no estarás conmigo.
Ahuyento huesos mas no se alejan
a pesar que el fango tiene nombre.
Juan Espinoza Cuadra
Enero 2009
México
jueves, enero 22, 2009
Marjel Ayin

Then there exists
a natural number n such that n >
Archimedes
A mis 27 años de edad el tránsito festivo por las calles de Altamira D’Este
se transformó en una serena interrelación con las prontitudes,
los apresuramientos y premuras precedentes a tu epifanía.
La ciudad estaba sumida en los folclóricos festejos de Agosto
y yo, de espaldas a todo ese ambiente de agasajo
elevaba en silencio mis oraciones por tú llegada.
Mirar tu pequeño cuerpo cubierto con sábanas blancas
semejó un abrigo de cálidas nubes amparando
los sollozos y gimoteos del naciente y nimio rayito de Sol.
Tu rostro lo soñé caminando por las terracerías de mi niñez,
de cada paisaje tomando la intensidad de los colores y
de los senderos andados tomando el barro que moldearían
los armoniosos ángulos y las vistosas aristas de tus ojos.
Luego de mis jornadas de trabajo me acercaba donde reposabas
besando tus aperladas y tiernas mejillas y
colocado junto a ti invadí tus sueños para volar juntos por el infinito.
Me mostraste que tu mundo de futuro no tenía límites
y que habías tatuado la palabra amor en lo inescrutable,
en el ambiguo e indescifrable contorno de tu padre.
Los años pasan a través de la delgada tela de mi ventana
y tocan a mi puerta y sentados frente a mi me relatan
como tomaste entre tus manos las líneas de la vida
y las dejaste ir con el viento.
Nos encontraremos hija mía en la línea que divide el ocaso
de las interminables despedidas y podré tomarte nuevamente de las manos
y caminaremos y veré tu hermoso pelo teñirse de verano.
Me detendré y pediré me llenes de tus matices
y me enrumbaré luego, solitario, eremita al origen del lenguaje
que olvidaste entre tus juguetes de infancia
y mi paternidad deshabitada demandará asuetos atemporales
donde el reloj invertirá sus manecillas y juntos miraremos andar la tarde.
Juan Espinoza Cuadra
Enero 22, 2009
México
a natural number n such that n >
Archimedes
A mis 27 años de edad el tránsito festivo por las calles de Altamira D’Este
se transformó en una serena interrelación con las prontitudes,
los apresuramientos y premuras precedentes a tu epifanía.
La ciudad estaba sumida en los folclóricos festejos de Agosto
y yo, de espaldas a todo ese ambiente de agasajo
elevaba en silencio mis oraciones por tú llegada.
Mirar tu pequeño cuerpo cubierto con sábanas blancas
semejó un abrigo de cálidas nubes amparando
los sollozos y gimoteos del naciente y nimio rayito de Sol.
Tu rostro lo soñé caminando por las terracerías de mi niñez,
de cada paisaje tomando la intensidad de los colores y
de los senderos andados tomando el barro que moldearían
los armoniosos ángulos y las vistosas aristas de tus ojos.
Luego de mis jornadas de trabajo me acercaba donde reposabas
besando tus aperladas y tiernas mejillas y
colocado junto a ti invadí tus sueños para volar juntos por el infinito.
Me mostraste que tu mundo de futuro no tenía límites
y que habías tatuado la palabra amor en lo inescrutable,
en el ambiguo e indescifrable contorno de tu padre.
Los años pasan a través de la delgada tela de mi ventana
y tocan a mi puerta y sentados frente a mi me relatan
como tomaste entre tus manos las líneas de la vida
y las dejaste ir con el viento.
Nos encontraremos hija mía en la línea que divide el ocaso
de las interminables despedidas y podré tomarte nuevamente de las manos
y caminaremos y veré tu hermoso pelo teñirse de verano.
Me detendré y pediré me llenes de tus matices
y me enrumbaré luego, solitario, eremita al origen del lenguaje
que olvidaste entre tus juguetes de infancia
y mi paternidad deshabitada demandará asuetos atemporales
donde el reloj invertirá sus manecillas y juntos miraremos andar la tarde.
Juan Espinoza Cuadra
Enero 22, 2009
México
viernes, enero 09, 2009
Patricia
de soles que no se esconden a las pupilas
mirando fotos viejas en un mural pospuesto
y ya ves, ahí estás tú,
enajenada con las mariposas
cuando aún el pasto esta húmedo.
Haz embellecido tus pies con aroma de hurto,
estelas de lamentos y amor en un arroyo apócrifo.
Ocultas entre tus párpados
sueños que son solo míos,
desde tu concepción te asumiste la guardiana de mi nombre,
de encajes lo arrullas entre tus blancas manos.
En la pendiente de la colina, con los ojos cerrados
balbuceas exorcismos para revivir la magia tránsfuga,
las hojas grises del otoño
cuentan tu relato de infancia que aún tildas de inconcluso.
Desarropado sesgo mi vértice para que tu viento me alborote,
mi disfraz de escapista danza entre los pastizales y me haces tuyo,
aceptas vivir conmigo delante del Dios de todos
y yo, ante el Dios que es solo mío,
y con tus manos elaboras al sustituto
que dormirá contigo hasta la eternidad.
Ebrio y desmaterializado me enrumbo
por el sonido que se escapa de tus dedos,
tu cubres al Arca de los destellos de la Luna y
en tu rostro habita una metáfora terrenal
y me aventuró hacia tu vientre desde los hábitos de un Abad corrupto
que encuentra en la Vid la armonía para que dancen sus miedos.
Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 13, 2008
sábado, diciembre 13, 2008
Free words I

esquivo, equidistante, aprehensivo
deambula el adulto que no quiere dejar de ser niño,
y te ríes y me río y nos aplaudimos sollozantes
embriagados y altivos
y sigue el camino que no ha sido
que el mismo tuyo y mío.
Lejana vistes de amapolas
ondulante vacía sin vida hasta irrotacional
tardía y confiesas amarme a pesar del desvarío.
La tarde embriagada aleja la mirada
en apresurados te amos
a la orilla de un té muerto helado frío
que desata las culpas y nos aleja
nos evade y aún así seguimos
atemporales y distantes.
Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 11, 2008
jueves, diciembre 04, 2008
Reyna amiga, amiga por siempre

y que nuestras conversaciones divagan en los años que ya pasaron,
hoy que nuestras vidas ya no son las de entonces,
podemos antojar redimirnos y mirar juntos hacia el ocaso.
Doblando la esquina que desembocaba a tu casa
me inundaba siempre la alegría de nuestros encuentros
lo que tú me compartirías y lo que yo te comentaría.
La alegría con la que tu madre me recibía y
el saludo distante pero complaciente
de ese hombre que fue tu padre y
que se confabuló tantas veces
entre tus caprichosos escapes y
mi eterna disposición por acompañarte.
Ahí se construyó nuestra amistad ya antigua,
entre tus confidencias y las locuras con las que participábamos
en las tardes de ocio,
las tareas escolares y las locuras de los otros amigos.
Fuíste mi confidente de los amores que
me hicieron pedirte innumerables veces
la opinión que siempre encontré entre tu risa
y tu pelo largo suelto de esos años.
Y luego, sin darnos cuenta, cambio de dirección
el rumbo de mis pasos.
Me ví lejano, abstraído y distante y
amigos sin objeción pero en otros caminos.
Cuando te perdí, amiga, lo hice sin propósito alguno y
lamente ya no encontrarte.
La última vez fue fría y nos dimos
una conversación que se nos cayó del alma.
Y ya nunca volvimos a caminar juntos,
ni jugamos mas entre las mofas y las pifias
en las habituales calles que se acostumbraron a vernos reír.
Nunca olvidaré que tu Fé en mí
siempre fue mucho mayor
que las medidas que yo mismo registré de mis propias proyecciones.
Y ya ves, muchos años después,
por fin, estoy colocando en fila
los antecedentes de mi vocación por ti y
los afectos que tú sembraste.
Desde aquellos años hoy te miro a los ojos en la distancia
para encontrar que una melodía suave nos hace estremecer,
y que el tiempo, amiga,
el inexorable tiempo no nos ha arrebatado
el pícaro dialogo que deambula solitario entre nosotros.
Reyna Martínez eres un redoble inequívoco del concierto sonoro y
permanentemente audible que se ejecuta en un rincón distante y
fácilmente ubicable en el Cielo.
Juan Espinoza Cuadra
México
Noviembre de 2008
miércoles, diciembre 03, 2008
Jimena o Simone?

When you are old and grey and full of sleep, and nodding by the fire, take down this book, and slowly read, and dream of the soft look, Your eyes had once, and of their shadows deep
William Butler Yeats
Hay confusión en cuanto al origen de tu nombre.
Puede ser vasco o hebreo. La verdad no importa.
En la banda inaudible y en blanco y negro de los evocaciones
la adolescente de pies descalzos corre sobre el pasto húmedo de su casa.
El blanco uniforme colegial encuellado con un azul rústico y secreto
semeja un desfile de solitarias banderas bailando sin compases ni ritmos
los versos del poema marchito.
Tus manos nunca trazaron ilusión alguna en la piel del alabastro
ni mirada tuya se detuvo ante el confuso revolotear del caos.
Fuiste la modelo casi perfecta del alquimista de tormentas
del nigromante perverso que escondió la vida a Nezahualcóyolt.
En alguna habitación oscura y vacía has conspirado estos años contra lo inconcluso.
El rastro de orquídeas demanda de ti lo prescrito y no rehúses
el canto de tu pelo negro y has que se consuma el revoloteo del sexo.
En la corriente del río se esconde el aplauso de lo que no fuimos.
Ximena es como un elixir que se deja reposar a lo largo de la tarde
para mitigar el angustiante sosiego que atraca con la noche.
Así como pisadas aún frescas sobre el borde de la montaña
dejadas por el andar de ilusiones secas y tardías.
El alfarero coloca en tus manos la copa de vino tinto
que el sacramento escondió en tu escote,
y luego, ocupa tu atención el discurso de amor de otros labios y
las velas consagradas a la aventura de los dos se apagan en la aletargada noche,
se postergan las caricias y el incienso lleva consigo los afectos de algo perdido.
Juan Espinoza Cuadra
México
Noviembre de 2008
William Butler Yeats
Hay confusión en cuanto al origen de tu nombre.
Puede ser vasco o hebreo. La verdad no importa.
En la banda inaudible y en blanco y negro de los evocaciones
la adolescente de pies descalzos corre sobre el pasto húmedo de su casa.
El blanco uniforme colegial encuellado con un azul rústico y secreto
semeja un desfile de solitarias banderas bailando sin compases ni ritmos
los versos del poema marchito.
Tus manos nunca trazaron ilusión alguna en la piel del alabastro
ni mirada tuya se detuvo ante el confuso revolotear del caos.
Fuiste la modelo casi perfecta del alquimista de tormentas
del nigromante perverso que escondió la vida a Nezahualcóyolt.
En alguna habitación oscura y vacía has conspirado estos años contra lo inconcluso.
El rastro de orquídeas demanda de ti lo prescrito y no rehúses
el canto de tu pelo negro y has que se consuma el revoloteo del sexo.
En la corriente del río se esconde el aplauso de lo que no fuimos.
Ximena es como un elixir que se deja reposar a lo largo de la tarde
para mitigar el angustiante sosiego que atraca con la noche.
Así como pisadas aún frescas sobre el borde de la montaña
dejadas por el andar de ilusiones secas y tardías.
El alfarero coloca en tus manos la copa de vino tinto
que el sacramento escondió en tu escote,
y luego, ocupa tu atención el discurso de amor de otros labios y
las velas consagradas a la aventura de los dos se apagan en la aletargada noche,
se postergan las caricias y el incienso lleva consigo los afectos de algo perdido.
Juan Espinoza Cuadra
México
Noviembre de 2008
Luis Manuel Ramírez Lanzas

La adolescencia nos encontró de muchas maneras Luis Manuel,
divirtiéndonos en alguna tertulia de mi padre, el Poeta Carpintero,
escuchando música dentro del entonces imponente Buick rojo paterno,
tirado yo en el césped de tu casa esperando terminarás uno de tus poemas
o una de tus interminables disertaciones respecto a los avatares de la vida,
compartiendo acalorados e inconclusos debates
respecto al destino de la revolución nicaragüense y
conspirando bohemias para nuestros hoy
ex-compañeros del managüense colegio de La Salle.
Mario Roberto, tu hermano mayor, fue el cómplice perfecto para coronar con la precisión de entonces el adecuado verso del infinito poema.
Y se abrió el Mar Rojo y nos quedamos en las orillas de cada lado,
separada la convivencia, como se aleja entonces la hermandad?
Con los acordes por tu predilección por la música salsa
acorralé los recuerdos que bailan ansiosos en el tiempo,
aún tus desentonadas armonías serpentean cual vórtice de mariposas
sobre las copas de los árboles de nuestra lejana Altamira D’Este.
Las calles en noches de búsqueda se hicieron interminables,
la distancia la impuso el destino y la condujo por años la soledad.
Hasta entrados los años nos percatamos que la vida nunca se agarra de ningún lado,
solamente de sí misma.
El mundo siguió girando y los años desfilaron a su ritmo por las pasarelas
y debutaron los rostros de la adultez en las ocultas lágrimas de los adolescentes.
Escribir de ti y para mí, se me antoja una acuarela de tonos grises y celestes
en cuyo fondo presumen unas ancianas montañas y entre ellas, un brillante lucero que asciende y coloca sobre sus hombros una estela de rocío.
Luis Manuel, sobre la pintura hay un túnel perfectamente trazado
que se achica según las hojas invernales ríen y juegan con el viento,
si tú te detienes y observas lo que dibujan luego de los remolinos verás
el hogar y los colores y la vida y los abrazos y finalmente, las despedidas.
Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 3, 2008
divirtiéndonos en alguna tertulia de mi padre, el Poeta Carpintero,
escuchando música dentro del entonces imponente Buick rojo paterno,
tirado yo en el césped de tu casa esperando terminarás uno de tus poemas
o una de tus interminables disertaciones respecto a los avatares de la vida,
compartiendo acalorados e inconclusos debates
respecto al destino de la revolución nicaragüense y
conspirando bohemias para nuestros hoy
ex-compañeros del managüense colegio de La Salle.
Mario Roberto, tu hermano mayor, fue el cómplice perfecto para coronar con la precisión de entonces el adecuado verso del infinito poema.
Y se abrió el Mar Rojo y nos quedamos en las orillas de cada lado,
separada la convivencia, como se aleja entonces la hermandad?
Con los acordes por tu predilección por la música salsa
acorralé los recuerdos que bailan ansiosos en el tiempo,
aún tus desentonadas armonías serpentean cual vórtice de mariposas
sobre las copas de los árboles de nuestra lejana Altamira D’Este.
Las calles en noches de búsqueda se hicieron interminables,
la distancia la impuso el destino y la condujo por años la soledad.
Hasta entrados los años nos percatamos que la vida nunca se agarra de ningún lado,
solamente de sí misma.
El mundo siguió girando y los años desfilaron a su ritmo por las pasarelas
y debutaron los rostros de la adultez en las ocultas lágrimas de los adolescentes.
Escribir de ti y para mí, se me antoja una acuarela de tonos grises y celestes
en cuyo fondo presumen unas ancianas montañas y entre ellas, un brillante lucero que asciende y coloca sobre sus hombros una estela de rocío.
Luis Manuel, sobre la pintura hay un túnel perfectamente trazado
que se achica según las hojas invernales ríen y juegan con el viento,
si tú te detienes y observas lo que dibujan luego de los remolinos verás
el hogar y los colores y la vida y los abrazos y finalmente, las despedidas.
Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 3, 2008
lunes, octubre 27, 2008
Tu día de San Valentín

Deposité en tu vientre infinidad de luceros, más tu no quisiste percibir sus destellos.
Cuando me miras, me dices que revolotean infinidad de mariposas en tus entrañas, pero recuerda que tiraste parte de mi vida sobre el boulevard de los olvidos.
Tu recuerdo se aproxima cuando no me miras y me siento vacío cuando no estas conmigo.
Me toco vivir la vida buscándote donde no te encuentras, tú añorando mi partida.
Te regalo parte de mis recuerdos quizás tú puedas hacer algo con ellos.
Para mí son carbones encendidos de la pira donde se consumen nuestros restos.
Dame un vaso con agua para mirar a través de él por última vez tu sonrisa.
En tu piel percibí el aroma de las cortezas de los árboles más grandes, en tus ojos comprendí la profundidad de la ausencia mutua.
Y así voy por la vida persignándome con una Fe inexplicable, sórdida y muy mía.
Así te llevaré por siempre, clavada en una cruz de carne, sangre, dolor y despedida.
Juan Espinoza Cuadra
14 de Febrero de 2006
Nicaragua.
Cuando me miras, me dices que revolotean infinidad de mariposas en tus entrañas, pero recuerda que tiraste parte de mi vida sobre el boulevard de los olvidos.
Tu recuerdo se aproxima cuando no me miras y me siento vacío cuando no estas conmigo.
Me toco vivir la vida buscándote donde no te encuentras, tú añorando mi partida.
Te regalo parte de mis recuerdos quizás tú puedas hacer algo con ellos.
Para mí son carbones encendidos de la pira donde se consumen nuestros restos.
Dame un vaso con agua para mirar a través de él por última vez tu sonrisa.
En tu piel percibí el aroma de las cortezas de los árboles más grandes, en tus ojos comprendí la profundidad de la ausencia mutua.
Y así voy por la vida persignándome con una Fe inexplicable, sórdida y muy mía.
Así te llevaré por siempre, clavada en una cruz de carne, sangre, dolor y despedida.
Juan Espinoza Cuadra
14 de Febrero de 2006
Nicaragua.
Tú argumento penduleando al mío

Una línea lóbrega repta febrilmente la palidez de la cuartilla
y ahí estas tú yaciendo cómodamente como dilatada y abstraída
entre el vapor aureolesco y el vaho incensario de un prostíbulo de mil años.
Tu agitada respiración es el preludio al encuentro sudoroso callado impostergable
que has procurado desde la bola de cristal que escondes en tus manos abstractas.
Vagido ahogado en un amor sin membretes ni códigos ni identidad
piel traslúcida curtida de vida en un sueño interminablemente monótono
y a lo remoto se alejan los caballos completamente desnudos
incendiariamente promiscuos e intolerablemente insaciables
jadeantes dictando pausas al inacabable discurso
que pernocta en el vaivén de una hoja terminablemente verde.
Levanto mi vista y el olor a moho asciende entre lo violáceo aterciopelado
entre lo irremediablemente gris y oculto del limbo mauseolesco
que entre sus piernas hila la personada soledad que acompaña al beso.
Y el adiós surfea sobre las arrugas de una tez alejada por el viento
donde los ecos y el propio eco desconocieron de arraigos sanguíneos
y tenencias irreconciliables.
Ahí se queda el verbo como suspendido entre un paisaje de acuarelas envejecidas
latiendo muerto en una boca antiguamente agonizada antaña extinta.
Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de 2008
y ahí estas tú yaciendo cómodamente como dilatada y abstraída
entre el vapor aureolesco y el vaho incensario de un prostíbulo de mil años.
Tu agitada respiración es el preludio al encuentro sudoroso callado impostergable
que has procurado desde la bola de cristal que escondes en tus manos abstractas.
Vagido ahogado en un amor sin membretes ni códigos ni identidad
piel traslúcida curtida de vida en un sueño interminablemente monótono
y a lo remoto se alejan los caballos completamente desnudos
incendiariamente promiscuos e intolerablemente insaciables
jadeantes dictando pausas al inacabable discurso
que pernocta en el vaivén de una hoja terminablemente verde.
Levanto mi vista y el olor a moho asciende entre lo violáceo aterciopelado
entre lo irremediablemente gris y oculto del limbo mauseolesco
que entre sus piernas hila la personada soledad que acompaña al beso.
Y el adiós surfea sobre las arrugas de una tez alejada por el viento
donde los ecos y el propio eco desconocieron de arraigos sanguíneos
y tenencias irreconciliables.
Ahí se queda el verbo como suspendido entre un paisaje de acuarelas envejecidas
latiendo muerto en una boca antiguamente agonizada antaña extinta.
Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de 2008
Querétaro en el verano

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Federico García Lorca.
Las sombras de la noche danzan con la intermitencia,
con la tartamudez de un pájaro cantor rendido ante la sonoridad de la lluvia.
El plumaje del horizonte se torna sombrío y
en la clausteridad de un obligado y desesperado concierto
copulan relámpagos con el alba irresolutamente ausente.
Una vieja leyenda sobre los enigmas de las tormentas
anda a paso lento, tardío por las quejumbrosas avenidas.
Nada de expresivo ni ninguna placidez se sucede
en el rostro traslucido y pertinaz de la borrasca.
Se apaga la tenue luz de una moribunda vela ante la insistente sordidez del viento.
Ahí esta a expensas de los embates del turbión el hombre que no hace más
que deshojar la vida con un moribundo cigarrillo en los labios.
La nostalgia es un té frío puesto en escena en un teatro derruido.
La helada noche despertará a la aurora que aun no es
y transitará nuevamente a la vida por el corredor del inminente adiós.
Juan Espinoza Cuadra
México
16 de Julio de 2008
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Federico García Lorca.
Las sombras de la noche danzan con la intermitencia,
con la tartamudez de un pájaro cantor rendido ante la sonoridad de la lluvia.
El plumaje del horizonte se torna sombrío y
en la clausteridad de un obligado y desesperado concierto
copulan relámpagos con el alba irresolutamente ausente.
Una vieja leyenda sobre los enigmas de las tormentas
anda a paso lento, tardío por las quejumbrosas avenidas.
Nada de expresivo ni ninguna placidez se sucede
en el rostro traslucido y pertinaz de la borrasca.
Se apaga la tenue luz de una moribunda vela ante la insistente sordidez del viento.
Ahí esta a expensas de los embates del turbión el hombre que no hace más
que deshojar la vida con un moribundo cigarrillo en los labios.
La nostalgia es un té frío puesto en escena en un teatro derruido.
La helada noche despertará a la aurora que aun no es
y transitará nuevamente a la vida por el corredor del inminente adiós.
Juan Espinoza Cuadra
México
16 de Julio de 2008
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