jueves, marzo 12, 2009

Josh Naiot




Te veo a la distancia jugando mis manos
con tu perturbador y subversivo pelo
y dando pequeños saltos,
despreocupados y juguetones retozos
por sobre los tabiques de plastilina dispersos por el pasto y
que has alineado de forma espontánea para orientarme hacia ti.
Alguna mañana de tu niñez
te observe salir de nuestra casa en Altamira D’Este
y dirigirte hacia tu aula de clase donde me decías
combatirías con tu amigo el dinosaurio.
Tus primeros anteojos para corregir tu astigmatismo
me recordaron a mi padre y con ellos en tu rosto
caminaste hacia mí y me miraste a los ojos
y comprendí hijo mío que nunca habrían distancias
a pesar de los cristales con que nos cubre la vida.
En el regazo de tu abuela Matilde Cuadra conjuntaste
las obras de arte que plasmaste en las paredes de la casa
con el dulce color de tu siesta
mientras la tarde amainaba la tibiez asfixiante
del fragor del húmedo verano.
Luego, el sosiego infiltraba su brisa a través de la llegada de la noche
y tus ojos se abrían para descubrirme contemplando tu despertar.
Cuando te vi por primera vez en el cunero del hospital donde naciste
te descubrí desde mis ojos de niño manipulando mis camiones y aviones de madera.
Supe entonces que yo dejaría de ser para ser el otro ligado por siempre a ti,
que abandonaría mi vocación de transitar sin rumbo las gregarias calles
desertando de mis escuálidos y viejos trazos ahorcados en la nada
para familiarizarme con tus matices en los óleos de fantasía
que yacen en tu sonrisa de frutas frescas y en tu mirada de aroma de invierno.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México

martes, marzo 10, 2009

“Siete pétalos del amor hurtado”


Si me dejas caminar desguarnecido con paso lejano a ritmos de distancia
probablemente no me olvides y conserves tu taza de té caliente
sobre el buró donde te he dejado los siete pétalos del aroma hurtado.
En mi teclado te retrato monástica y
claústrica para que me ocultes
en el incienso lúbrico de nuestro lugar inédito
e insistas y me exorcices en la ilimitidez de tus muslos blancos,
y morder suicida el rojo incendiario de tus labios y me recorras
extendida y abismal cotejando tus dedos los anillos del túnel infiltrado
y tu sudor me asalte las manos el rostro la boca los labios.
Luego permite enmendar la disensión que provocan tus senos
al irrumpir sus coronas rosas mi sosiego y
luego de los tropiezos que admites
tus manos apresen la vida en mi borde de obstáculos.
Tiara y báculo adornan tu despojada cintura y
danzas repetidamente desnuda
dispersa honda e inexactamente mía
y la cópula la tornas cúspide de éxtasis y
coito desenmascarado albedrio y tenso desvarío .
Jadeante a tu lado, el amor descalzo tira piedras
a las turquesas aguas de tu vientre deshabitado .


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México.

“Te incauto mi adiós con otro significado”


No lo circunscribe el perímetro de la nube que se aleja
ni desliza hacia abajo por provocación de avalancha alguna
y es la palabra con cinco letras más concurrida y asediada
en la añeja aldea que se pierde en los últimos brillos de la tarde.
No hay dimensión que establezca nuestra distancia
y se extiende el número y el ángulo y la ecuación tiembla en mi mano,
cierro mis ojos para mirar las secuencias y sus respuestas
y no atino a ajustar las méndigas cinco letras a significado alguno
hasta que no te miro hasta que no estás conmigo
y deja de ser una cicatriz agazapada en el viento
y la conviertes tu misma en armonía.
Y el adiós tú lo redefines como una divinidad prófuga
una prostituida diosa que juega con los brotes de elote
en la ciénaga aturdida e irremediablemente vacía.
Levanto la mano para que el hasta luego no sucumba al fuego
y bese a sus concubinas hasta el otro amanecer en la vastedad de su caverna.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México.