miércoles, marzo 17, 2010

El hijo inconcebido

El reloj de tu tiempo no coincide
con las migajas que deje
sobre el sendero en el bosque
para encontrarte,
y en mi cama desarreglada estas ausente.
Despierto sudoroso, angustiado buscándote.
No estuviste en mi adolescencia, no estás hoy.
Aún vagas en círculos por la línea del destino.
Tu cuerpo desnudo, sudoroso se escapa,
huye por el viñedo y no logro alcanzar,
tu aroma, tu halo, tu estela.
La muerte nos tomará percibidos de nosotros,
nos oportunaremos y se hará como deba ser.
Sin bautizos, ni Dios y otra historia,
te haré concebir la flor abierta bañada de rocío,
el hijo inconcebido, y explotará tu llanto
en la vereda empedrada de los verbos.
Podrás ahora murmurar mi nombre en mi oído,
quedamente, mientras secuestras mi mano
en el remanso y tibiez de tu pubis.
Altar desnudo sin velos ni atavíos
totalmente traslúcida me uno a ti,
y con la hierba seca adherida
a nuestros pies desnudos,
te conquisto en tu ensenada preñada
de escarcha.
Tomados de las manos conjuramos
la medida de los días,
la ciencia que nos señala tu preñez inacabada.
No hay nombre para el hijo que no te engendre.
Su llanto susurra cada luna oscura.
Lo perdí tras dejarte atrás, lejos de mí.
Lo perdiste tú al desertarte, al asumirte remota,
y a la distancia evadirte inmemorial.

Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México