jueves, enero 20, 2011

Hay féretros de todos los tamaños…

El plomo creado como sujeto de muerte
agrede inmisericorde el rostro mexicano,
amenaza al niño con su mochila de la escuela,
al tendero que procura subsistir su familia.
La balacera se da en cualquier camino,
y el piso es el común chaleco amparador
mientras ululan las ambulancias, los municipales
los estatales o los federales.
Ni Universidades ni colegios
protegen de la lluvia de balazos,
cualquier familia es asediada por el mosquerío
de los cuerpos descompuestos.
Mueren los inocentes, el papá, el niño, la mamá,
abundan las tumbas, rebosan los ejecutados,
destilan las ciudades cuerpos despedazados.
Culto a la tortura a la par de las misas diarias.
El negocio del camposanto ríe con los pesos en la mano,
no importa el dinero este salpicado de sangre,
que detrás haya dolor en los ojos llorosos,
carritos de juguete perforados en Sinaloa
y lamentos laguneros en Coahuila.
Todo es trinchera en la quimera sexenal,
los apuntes de la violencia
no le dan escalofríos al jerarca ausente
que camina solitario por las terracerías asoladas.
Abundan las líneas de fuego entre las taquerías
y las entradas a la Iglesias,
abundan los sicarios porque la educación se eclipsó
en el hurto inhumano a la riqueza nacional.
Ya no hay sueños de grandeza para soñar
solamente amodorramientos para sobrevivir.
Abunda la fosa, el cráneo antiguo y último,
el exterminio de la vida y la saña,
el desquite por el odio mismo y el
agravio a la maldición en toda su circunstancia.
Sin códigos existentes todos estamos muriendo,
los ángeles ataviados de infancia y
los demonios acicalados de púrpura.
Los malos en la extensión de su verdad
se hacen protervos en la ráfaga,
en el encono abrumador del Panteón.
Usurpan la potestad que tiene la vida
sobre los escrutinios insondables de la muerte .

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de MMXI