domingo, marzo 28, 2010

Duelo por David

David es el árbol de limones en el patio de la casa de mi abuela,
de donde se toma el más verde, el más agrio
para el mondongo de los fines de semana.
David es el esposo de una de las hermanas de mi padre
que transita en el calor de la tarde en busca de las cebollas,
del chile, los jitomates, del vaso limpio de aguardiente para mi abuelo,
y ríe la certeza de sus hijos en la mesa del patio.
Ruiz es el primer apellido de mis primos
y depositario de la confianza de mi padre,
para la aventura de su hermana en las noches de Managua y de plenilunio.
No sé cómo se conocieron, mi tía muy joven, soñando
el color de los atardeceres y enamorándose de la hidalguía del caballero.
Ena regalo muchos hijos a la vida, como noches de amor y tardes de conversación
Ena, brindo su amor en el claustro
de la casa que se construyeron,
ahi tambien pernoctaron sus palabras de amor,
ahi se guarecieron de los demas
bajo la sombra del follaje del árbol de mango.
Ena no escondió su amor de las interrogaciones,
de sus hermanos, de sus padres, porque al amor no se le interroga.
Gladys fue el refugio de sus confesiones y Pedro el apóstol de su amor.
Hoy, el Quijote camina descalzo hacia el ocaso
y ella se ha quedado sola, sola con los sueños,
sola en su cama, sola con sus recuerdos, sola con sus hijos.
Estamos nosotros, los de siempre,
aguardando igualmente los atardeceres.
Ahí esta Josefa, Juan, René, Fabio y Pedro,
Ena, las rosas que plantaste florecen,
nuevamente en la tarde que decidiste mirar al Sol.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.

martes, marzo 23, 2010

The Drunken Man sitting by the Sea

Las hojas apresadas anteriormente en mis manos
ahora vuelan junto al embate de la ventisca.
Este verano inusitadamente radiante,
raspa la garganta tras el trago cristalino de aguardiente.
No motiva leer ningún periódico ni escuchar la radio,
los programas de televisión adulan al capital,
las mujeres quieren volver ser niñas y
las niñas manipulan trozos de papel para agenciarse
una moda que perdura tras los bostezos.
Descalzo, hundo los pies en la arena y la botella gira, gira
libre en el arquetipo de los cañaverales,
y la extensión de la costa la arrugo en la palma de mi mano.
Fuera del mar se conspira por el agua,
el arcoíris de los sedientos no tiene colores,
en el estomago de un delfín
una botella de plástico pone en peligro
la próxima página.
Otro trago de aguardiente y mis piernas le hacen zancadillas
al hombre que vende paletas de hielo,
a la mujer que acompaña al hombre vende paletas,
a los hijos de éstos autómatas a los que capitalistas
robaron el futuro.
Mi sombrero de palma, humedecido de sudor,
a aroma a licor, me protege de la tormenta de arena,
y solo he podido conservar una hoja en blanco
para que los hermanos del delfín conozcan la historia,
la declaración final de los magos del socialismo.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.

miércoles, marzo 17, 2010

El hijo inconcebido

El reloj de tu tiempo no coincide
con las migajas que deje
sobre el sendero en el bosque
para encontrarte,
y en mi cama desarreglada estas ausente.
Despierto sudoroso, angustiado buscándote.
No estuviste en mi adolescencia, no estás hoy.
Aún vagas en círculos por la línea del destino.
Tu cuerpo desnudo, sudoroso se escapa,
huye por el viñedo y no logro alcanzar,
tu aroma, tu halo, tu estela.
La muerte nos tomará percibidos de nosotros,
nos oportunaremos y se hará como deba ser.
Sin bautizos, ni Dios y otra historia,
te haré concebir la flor abierta bañada de rocío,
el hijo inconcebido, y explotará tu llanto
en la vereda empedrada de los verbos.
Podrás ahora murmurar mi nombre en mi oído,
quedamente, mientras secuestras mi mano
en el remanso y tibiez de tu pubis.
Altar desnudo sin velos ni atavíos
totalmente traslúcida me uno a ti,
y con la hierba seca adherida
a nuestros pies desnudos,
te conquisto en tu ensenada preñada
de escarcha.
Tomados de las manos conjuramos
la medida de los días,
la ciencia que nos señala tu preñez inacabada.
No hay nombre para el hijo que no te engendre.
Su llanto susurra cada luna oscura.
Lo perdí tras dejarte atrás, lejos de mí.
Lo perdiste tú al desertarte, al asumirte remota,
y a la distancia evadirte inmemorial.

Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México

viernes, marzo 12, 2010

Mountain Poem

Se antoja comparar el sentimiento de paz
que provocan las montañas aledañas
con las necias ganas de responder al cuestionamiento
de la atemporal indiferencia.
También se pretenden así las cosas.
Comparativas. Usuales a las escalas.
Con sus rostros despoblados, aguardando.
No importando las revoluciones en las laderas,
ni las osamentas, ni el anonimato, ni el vacío.
La voluptuosidad silba despreocupada por las terracerías,
inciertas se vuelvan las noches
a como precarias las despedidas.
El viento repta impunemente los empedrados senos.
Fálico se agasaja, invade, viola y se place.
Se retrae y vuelve.
El gris es estático y olvido.
Las montañas no alardean habituales fisionomías.
En el verano, la lluvia se deja llevar por sus antojos y caprichos.
En el verano, sus rostros copulan medianía y hastío.
La mueca de frescura escribe del posterior otoño.
Batallan los milenios y generaciones.
La mesiánica promesa eyaculará el pétreo tálamo.
Entonces la culpabilidad hipócrita escupirá su falsa frigidez.
Invadidas irremediablemente, desfloradas irremisiblemente
se inventaran un carrusel de inimaginables aristas.
Entonces impondré una invocación tras la confesa promiscuidad.

Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.

jueves, marzo 11, 2010

“El poeta catrín de cuna de arrabal”

Ese poeta es frívolo y su vaso de champagne
contiene la espuma de las gárgolas.
Viste de negro riguroso y
brilla el charol de sus zapatos
en el hambre del niño de la calle.
Ese poeta es superficial y su plato de caviar
inmisericordemente diezma al mar.
Su bastón tiene un extremo de oro
el otro de marfil y el humo de su cigarro
sanea con su hedor la voluntad de Dios.
Ese poeta es fútil y sus mujeres bailan
la danza de la muerte al amanecer.
Su tumba es de roble y los clavos de plata
no hay cristal para contemplar su rostro
no hay transparencias al final de su jornada.
Ese poeta es trivial y
la tierra negra resguardando su ataúd
la tomo de las laderas del Popocatepetl
un duende de arena y alquitrán.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.

Ella mi dominio, su cuerpo mi usufructo


La cofradía de fantasías
ha depositado en sus manos
los remiendos del árbol invadido,
las hojas caídas, pisoteadas por el heno
hurtan la palabra bella de los labios.
El coleccionista de guijarros
cata el licor asido de los años,
el Dante Aliguieri oculto en canicas de madera,
da paso a los murmuros por las ventanas.
En el mercado los chapulines saltan en hogueras
en las taquerías el mezcal descansa la noche
en sus senos sacie mi terquedad obsesiva
en el compas de sus piernas libere mi halito
en dirección de la intransigencia.
Entierro en la arena mi estandarte
y grito su nombre para tomar posesión de ella.
Todos sus fragmentos me pertenecen
la incauto en cada deseo, ella mi feudo,
ella mi dominio, su cuerpo mi usufructo.



Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.

miércoles, marzo 10, 2010

Free version of the Wedding at Cana

Turbulento el vacío de la ánfora sin vino
y María, la ojinegra, preguntando por el elixir permitido,
y la respuesta interrogativa que los minutos
no alcanzan la sobriedad de las horas.
Los seis recipientes de piedra guardan
solamente un par de sandalias de marfil,
las antorchas queman el antiguo aceite
con el apellido humo de las teas,
en los cien litros anónimos de pies veloces.
El agua se ha escapado de las tiendas
y las tribus nómadas abrevan en el brocal del pozo
mientras el mayordomo acaricia los cantaros
de las mujeres que danzan para la noche.
El novio limpia con sus manos
el albornoz de la ebriedad y
el aroma a almendras
fusila los ojos de los eunucos.
El mejor vino anega de sabor turquesa
los hilos dorados de la blanca vestidura,
y el primer milagro baila con las doncellas
en el plenilunio de la tormenta.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.

Canto 3


En las cincuenta y dos semanas insufla al verso:
el barro, la guerra, la inevitabilidad,
explosión en las entrañas muertas,
los atardeceres maquillando pubis desiertos,
y entre los escombros el ronquido de las cucarachas.
Los árboles leen del verano los frutos,
somnolientos, y el viento levanta polvo de las tardes.
Detrás del Sol un rebaño de ovejas
pasta el verdor y una estufa quema el pan.
Eriza la piel un recuerdo que gotea cada noche.
Mi montaña eres tú y edificaré mi heredad.
Las botas del campesino lloran en la vereda
hundida en fango, hundida siempre.
Un cortejo duerme en Abril la muerte de Junio
y los collares de plata se incendian en el atrio.
El reloj marca los incendios de tu rostro
y la venganza del barco de humo.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de MMX
México.