viernes, febrero 22, 2013


De esos cines, Claudia Ernestina…
 
Tienes 18 años, la tez blanca
como las pizarras de acrílico,
las cejas pobladas, el rostro alargado,
senos predominantes que contrastan
con la delgadez de tu ondulada cadera,
Claudia Ernestina.

Te gusta el Bloody Mary
no por el vodka
sino por el jugo de tomate,
bailas descalza luego de la tercer cuba,
y te deshaces de tus calzones
y te acercas al hombre
y susurras al oído palabras
que hacen el amor.

Leo que los versos de Ernesto Cardenal
son para la posteridad y son para ti Claudia.
Tengo una prima que se llama como tú
y a diferencia de ti, tiene el pelo enmarañado
como la espuma que queda en la arena
luego que la ola se va.
 
Claudia Ernestina, cuando tú mueras
no morirán contigo los versos y al morir
tu amante no habrá quien rescate
su cuerpo del olvido,
porque Claudia Ernestina
un hombre de batalla
se hinca a lado de los cadáveres de sus adversarios,
y en silencio pide
al Creador reciba de nuevo
sus almas.

Juan Espinoza Cuadra
México
Febrero MMXIII

Ernesto… ¿por dónde pasaba?
 

Nunca lo ví.
Desconozco que fue de su vida.
Si comió el último día que tú lo viste
o si murió un día o un mes después.

Esas putas que lo conocieron
no las recuerdan ni quienes
se las cogieron.
Si los borrachos recuerdan sus versos
quizás sea porque ese Poeta
caló profundo en ellos.

Sin avión, barco o automóvil
sin delito y… según escribes,
desde entonces en el cementerio,
su imaginación el monumento
al amor a sus putas y a sus pedos.

Cada poeta en su obra
expía la predestinación del verbo.  
Ayer fuiste tú quién recordó al poeta,
hoy, soy yo, quién te recuerda a ti.

Juan Espinoza Cuadra
México
Febrero MMXIII

 

 
Al Poeta que soñó con un coito…

Antenoche olí su espalda.
Despertó al sentir el calor
de mi inhalación jadeante.
Al darse la vuelta hacia mí,
olí sus senos.
En la penumbra me aleje
para contemplarlos.
No estaban visualizados
en mi imaginación.
No fue un sueño.
Desde entonces…
la despierto cada noche
para que me atormente
con sus aureolas inflamadas
entre mis labios;
para que lapide inmisericorde
con su vértice hendida,
mi péndola exaltada.

Juan Espinoza Cuadra
México
Febrero MMXIII


Remembering Susan Sontag

Susana te levantaste temprano hoy,
seguramente escribirás
otro ensayo respecto a la bisexualidad
del rinoceronte y de su amor por el
colibrí.
Escuché en una cantina
ubicada sobre la calle Libertad,
que Sontag es un apellido
salivescamente emparasitado
a uno de tantos tempanos de hielo
que bogan nanométrimente sobre la
corriente de Rosenblatt. Ciertamente.
Oye, ¿Illness as Metafhor, es una
de esas deliciosas bebidas embriagantes
que sirven a partir de las 6 de la tarde
en el Bar del Hotel Alhambra
en Granada, Nicaragua?
Me gusta tu mechón blanco
infiltrado en tu espesa cabellera negra.
En tu rostro atemporal huelo
el aroma a páginas nuevas.
La piel de tus manos tiene el brillo
de una marquesina rosa
aclarando la medianoche.
Me gusta tu mechón blanco
escurrido en tu atascada melena negra.

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de MMXIII

Un agujero en la portada
permite penetre mi índice
más allá del grueso apilado
en las hojas amarillas
de este texto extraviado.
El contenido lo he olvidado
como también su número de páginas,
y seguramente las acotaciones
al margen de las hojas
que hice hace muchos años.
El autor del escrito es un amanuense
de hidalguía tanteada en el cadalso;
la resurrección tiene sentido
únicamente en el patíbulo,
ahí reencarnan las letras
bajo el anonimato del amanecer.
En el agujero en la portada
logro tocar la cicatriz de un rostro
agonizante,
que le roba a la noche que se va
el único verbo que vale la pena
recordar.

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de MMXIII

Aquellos jóvenes que fuimos…

El grupo de jóvenes inicialmente congregados
por el conocimiento,
paulatinamente transformamos
esta circunstancia
en hermandad perdurable.
El agnóstico nunca encontró en su cábala
una inferencia para
tan recóndito suceso,
ni en la lectura de sus piedras cartománticas
un razonamiento justificable
que validara algún porqué.
Adultos al paso de los años
y de cienes lateralmente encanecidas,
generalmente,
no enrolamos los trajes militares
de algún dogma,
ni embriagamos el juicio en elixires
ni tabúes.
La mayoría, con la compañera de vida,
comentando los aconteceres
de cualquier índole,
en Managua, México o París;
mandando mensajes de texto
por teléfono celular a los hijos
refrendando nuestro amor por ellos.
Acariciando en nuestras casas
los tersos pétalos de las buganbilias,
correteando al French Poodle
que uno de los hijos llamo Emiliano,
saludando al vecino jubilado
con el cuál en sábados por la tarde
tomamos una cerveza fría
mientras comentamos los resultados del fútbol.
Aquellos jóvenes enardecidos
por conquistar los tesoros albergados
en los confines de la madre Tierra,
hoy nos sentamos en nuestras sillas
reclinables a leer los poemas
de los que nos atrevemos escribirlos,
o disfrutar los comentarios que hacemos
en las redes sociales,
calzados con chanclas, pantaloncillos y playeras,
mientras planeamos el trabajo
para el siguiente día.

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero MMXIII