jueves, enero 22, 2009

Marjel Ayin

Let x be any real number
Then there exists
a natural number n such that n >
Archimedes

A mis 27 años de edad el tránsito festivo por las calles de Altamira D’Este
se transformó en una serena interrelación con las prontitudes,
los apresuramientos y premuras precedentes a tu epifanía.
La ciudad estaba sumida en los folclóricos festejos de Agosto
y yo, de espaldas a todo ese ambiente de agasajo
elevaba en silencio mis oraciones por tú llegada.
Mirar tu pequeño cuerpo cubierto con sábanas blancas
semejó un abrigo de cálidas nubes amparando
los sollozos y gimoteos del naciente y nimio rayito de Sol.
Tu rostro lo soñé caminando por las terracerías de mi niñez,
de cada paisaje tomando la intensidad de los colores y
de los senderos andados tomando el barro que moldearían
los armoniosos ángulos y las vistosas aristas de tus ojos.
Luego de mis jornadas de trabajo me acercaba donde reposabas
besando tus aperladas y tiernas mejillas y
colocado junto a ti invadí tus sueños para volar juntos por el infinito.
Me mostraste que tu mundo de futuro no tenía límites
y que habías tatuado la palabra amor en lo inescrutable,
en el ambiguo e indescifrable contorno de tu padre.
Los años pasan a través de la delgada tela de mi ventana
y tocan a mi puerta y sentados frente a mi me relatan
como tomaste entre tus manos las líneas de la vida
y las dejaste ir con el viento.
Nos encontraremos hija mía en la línea que divide el ocaso
de las interminables despedidas y podré tomarte nuevamente de las manos
y caminaremos y veré tu hermoso pelo teñirse de verano.
Me detendré y pediré me llenes de tus matices
y me enrumbaré luego, solitario, eremita al origen del lenguaje
que olvidaste entre tus juguetes de infancia
y mi paternidad deshabitada demandará asuetos atemporales
donde el reloj invertirá sus manecillas y juntos miraremos andar la tarde.


Juan Espinoza Cuadra
Enero 22, 2009
México