miércoles, enero 12, 2011

Humedad veraniega...

Sucede…
que al abrir los ojos se agrieta tu vientre
entre la tostada embarrada de mantequilla
y el pequeño vaso de jugo de naranja;
sucede…
que todos los días un sacerdote abandona la vid
y entre sus escritos arrulla los párpados alcalinos
de una voz inconsecuentemente recluida;
sucede...
que busco acercarme a ti por atajos,
en las manos una jarra de almíbar,
un poema lúbrico y
en los pies las sábanas blancas
que cubren de equinoccio tus senos
y de rocío tus suspiros;
sucede…
que has roto el cristal de mi reloj
arponeado las hojas de plátano del jardín,
balaceado los acordeones apilados
y agraviado la simiente subordinada;
sucede…
que hurtaste mi apellido
donde mueren los cenzontles y
donde duele la espuma del mar,
alborotaste el orden de mi nombre
y escondiste las letras bajo tus uñas;
sucede…
que en tardes interminables de púrpura
te deseo en la extrema acentuación de tu pubis
y en el borde henchido del fálico Universo;
sucede que ansioso de ti
colecciono formas desoladas
en tardes de sábado en los meses de Abril.

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de MMXI

Antro molecular...

Bosque oaxaqueño, camino a Tlaxiaco.
Oye, no levantes más la mano,
la ventana de la cantina no compite
con tus espacios ni con los míos.
El barullo es extenso, tanto
como la nube de tabaco emanado,
iguala la luz del candelero desusado
colgado en el centro de la jerga.
No derrames el licor en la mesa
ni atisbes a la lejanía lo que dejaste,
hoy sigues siendo nadie
a pesar de la reticencia de los días.
Escríbete tonto en la acuarela babosa
de la borrachera que te sobra,
e indágate meridional
en la palma de la mano.
Las botanas al centro de la barra
no cuestan la herida insana
con la que escondes
la temeridad del fracaso.
Se te escucha repudiar
el camino a la tumba
los sonidos de los tambores de guerra
y el sabor del caldo de gallina de rancho,
pero no reconoces
la locura de tamaño chico
que yace en la inmensa pequeñez
de tu reclamo.
Muestras la foto de una mujer
de edad madura
cejas arqueadas, de color negro azabache,
labios húmedos, boca turgente,
rostro ahogado de pecas…
dejas escapar un sollozo,
para entender no alcanzaste
la larguez legendaria del camino.
Revuelve la crisis con el desatino y rumia
puertas antiguas cerradas
a las fuentes de agua,
atascados diplomas obsoletos
en las cortinas,
revive la energía íntima y
explota la luz molecular
en la delgadez dimensional
del temblor ebrio y febril.

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de MMXI

No...

No. No has estado todos estos años
en la ventana despintada,
en el umbral de la puerta derruida,
en la banqueta de ladrillos rojos.
No. No hay más terminaciones con la letra s
en las cartas que no me has escrito,
ni alondras vuelan el jardín de tu casa,
ni ladridos de perros indigentes alrededor de tu mesa.
No. No percibo aún la quinta dimensión que presume
el teorema de tu entrepierna,
y tu conjuro autómata no recibe el indulto
de la frente aristotélica del zurcidor de versos.
No. No escucho tu susurro detrás de la oreja del océano
ni sabes nadar entre los ojos de la montaña cartesiana,
no terminas de escribir tu drama
y ya te defines inextensa y abatible.
No. No dejo de experimentar tu sensación
en el lóbulo del sexo y la mula mercante
aplana en lo sideral mi bulto intenso.
No hay medianía en tu seno trivial y errante
solo un color rosa atrapando miradas y labios,
estas disfrazada de tarde
palpitando embarazos y oraciones teatrales.


Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de MMXI