martes, agosto 24, 2010

La muerte de Pablo Espinales

La muerte de Pablo Espinales abrio
las puertas de su casa
a un aroma húmedo,
como si el silencio
y las penumbras de su hogar
hubieran atrapado por siempre,
esa certeza de abandono
que los torrenciales inviernos
marcaron en su vida.
El rechinar de las oxidadas visagras
iguala las promesas quebrantadas
con el acorde unísono arrancado
a la mutilada guitarra del trovador anónimo.
La única rústica vela que acompaña
la dificil visibilidad del ataúd,
la entorpece el revoloteo
caótico de las moscas.
Pablo Espinales es otro pobre más
que muere en otro impetuoso día triste.
El piso enlodado por las carencias,
por la agonía de no morir antes,
embarra los pies descalzos
de los que lloran una vez más.
No hubo palabras de nadie
que recordarán las virtudes
y apegos de Pablo Espinales.
Su existencia fue más lúgubre
que su muerte.

Juan Espinoza Cuadra
México
Agosto de MMX

martes, agosto 17, 2010

La madrugada insomne

La madrugada acecha silenciosa,
encubierta tras la expresión inusual de
un atrapamiento filtrado
en el golpeteo del teclado,
subordinada al movimiento exacerbado
de mis dedos por capturar
el extenuado destello
de la musa postergada.
El sosiego titila la pantalla
a través de la pasiva transparencia
de los anteojos,
y el desfile de palabras alcanzan
a las primera letras
en una cacería inenarrable
de arrebato desbocado y
estímulo enardecido.
Me inclino sobre el respaldo de la silla
procurando conciliar la mudez de las palabras.
Delante están las imágenes de mis padres
colocadas a distancia una de la otra,
simulando el trayecto imperfecto de sus muertes.
En los ojos de mi madre
el destello anónimo de la penumbra
sobre el rostro de mi padre.
Vuelvo al quehacer erguiéndose los claroscuros
sobre la ambigua tez de mis manos.
Los grafías residen embriagadas
en el tono tenue de la madrugada y
en la pincelada ahogada de la aurora desencajada.
Procuro los cortejos sobre caminos empedrados
acompañarlos con serenatas exánimes
y la arrítmica rondalla de mi insomnio caducado.


Juan Espinoza Cuadra
México
Agosto de MMX

lunes, agosto 16, 2010

"Fé"

Yo creo en el vecindario estelar
plagado de vida e ideas.
No creo en la exclusividad terrenal
ni en maderas santificadas.
El infierno es el harapo
con el que abrigan a los crédulos
las túnicas sedientas de gratitud,
las togas marchitas de dinero,
los hábitos enmohecidos.
El infinito contiene
la inmedibilidad del tiempo inmaterial,
la perpetuidad lúcida de los ciclos,
ahí yacen vedadas las transcripciones,
la herencia transmutada
en pulsos y diapasones.
Dios nos lego el confín y la vastedad,
el arrojo para multiplicar estrellas,
el valor para transfigurar dimensiones.
Nuestra deidad no limita lo incógnito
a simulacros humanoides de barro,
o arengas agotadas
ni a afirmaciones quiméricas.
El Dios en el que creo
supera lo subrepticio e insondable
de las escrituras judaicas,
excede las interpretaciones antojadizas
de los ungidos.
Dios es una constelación que explota
cada vez más intensamente en mis sentidos,
afirmando mi procedencia sobrenatural,
aseverando mi consanguinidad
con lo inmarcesible

Juan Espinoza Cuadra
México
Agosto de MMX.

martes, agosto 03, 2010

Reflexión antigua y actual…

(Photo by Juan Espinoza Cuadra from México)
Me ha tocado descender
de la cúspide de la montaña,
muchas veces queriendo, otras no.
Cuando he estado anuente
lo he hecho sobreextasiado
ante la nitidez de los trazos
con que mis ojos
se han sobreabundado,
al no retener la magnitud de los colores
en la limitada percepción de mis pupilas.
Mis oídos han colapsado ante el éxtasis
de las ráfagas del viento,
derrumbado ante el sonido embriagador
y silencioso de los bosques.
Ante el azul arrebatador del cielo
he enmudecido y ha sobrevenido el vértigo,
flanqueado por el derrumbe anunciado
por la vastedad que dilata los sentidos.
Cuando han provocado mi descenso
he enumerado los colores del pasto seco,
desde aquellos semejantes al Sol
aparecidos en las mañanas por mi ventana,
hasta aquellos matices perdidos
en la profundidad de mis trazos postergados.
En el yermo de la llanura arrinconada,
el canto lánguido de los cenzontles
han acompañado mis pasos desguarnecidos.
Me he deshabitado tantas veces
como los brotes de los elotes
en el invierno y la milpa inacabables.
Estoy sentado al borde de una línea
que se debate entre una oración antigua
y un credo que me angustia.

Juan Espinoza Cuadra
México
Agosto de MMX