sábado, enero 22, 2011

Los hermanos que tengo y nunca tuve…

Juan Espinoza Cuadra
Ellos están enroscados en el rodillo
de la máquina de escribir de mi padre,
deslizándose entre los límites de la tinta,
serpenteando las cuartillas arrugadas de la noticia
que no tiene forma de denunciar ningún rostro.
Ninguno abreva del cáliz de cantera color rosa
centinela fortuito de las fugas nocturnas del poeta.
Hombres con una cicatriz que compartir
mujeres que colaboran el seno de la herida,
de arroyos claros y hondos, de arrullo y queja,
melodía infantil vestida de sábanas infractoras.
Los golpes no los procuro Dios
en el apellido de los enterradores anónimos,
ni a lo lejos los vórtices sepultan el dolor muerto,
porque no hay sufrimiento que desconozca
el cordón umbilical que lo ata a los viñedos.
En un acordeón alguien llamado Pablo
rasga las iniciales que hurto al mar
para plantar trigo en una colina musical.
El enflaquecimiento canta un Sergio despedido
desde la sonoridad de un envejecido bolillo
sin saber que amar es quizás no ser correspondido.
Martín no conoce su nombre de Santo católico
porque su escuadra no atina recuerdos.
Esvetlana es la pendiente de una catarata invertida,
llueve arena de mar sobre la playa de agua congelada.
Paola se esconde tras la letra zeta
atorada en la garganta de Júpiter
tras la explosión de una voz oculta.
El otro hermano no importa
puesto que no concierne
el color ausente del arcoíris
ni la primera ola ahogada en el mar.

Juan Espinoza Cuadra
México
MMXI

El cero no existe…

Toma las horas, hazlas sucesivas,
suma sus dígitos
advertirás la inexistencia del cero,
la unidad lidera la secuencia
acotando el nueve el fin del ciclo.
La una de la madrugada es disímil
a la una de la tarde…
el formato de las doce horas
no corresponde al andar del Sol.
El nueve culmina el conteo precedente,
el uno no es flanqueado por el cero.
Entre más ceros el mismo dinero,
la fantasía la adornan círculos,
el orden lo impone el caos.
El modelo matemático anarquiza
la cadena de eslabones afines,
el todo deriva de la disposición
del uno y su vecino.
Aunque no existe y sí su valor prescrito,
el cero acomoda la evaluación y conjetura
al cúmulo de cuantías adscritas
al portal de la omega y apellido infinito.

Juan Espinoza Cuadra
México
Enero MMXI