sábado, enero 16, 2010

Es para ti...



Si no me hubiera despedido aquella tarde de Sol abrasador,
en la que el calor por ti ardía en mi sangre,
y palpitaba en mis dilatadas venas.
Fervor exaltado por el verano y por los besos
que no encontré en tus labios.
Y si te hubiera dicho lo que sentía por ti, haber tomado tu mano,
posarla en mi pecho, deshacerme de las conjunciones del idioma
y arrebatarte de la vida para mí.
Cuando partiste sin despedirte me derrumbe sobre una playa lejana,
y recorde las pocas veces que pude estar contigo.
Aquella noche, sobre todo, cuando me invitaste a bailar,
la melodía que no recuerdas y que no puedo olvidar,
y el aroma de tu cuerpo y tu mirada que me recorrió pleno.
Era tuyo y no te quedaste conmigo.
Las interrogantes que hoy extiendo en mi escritorio, no son tuyas.
El viento agita los arboles de tu calle con la misma intensidad
con la que tu recuerdo sacude el pasto de la casa que no tuvimos.
Somos un eco que se parte entre las solitarias y desiertas montañas,
un ruido que habita tu piel y rumia soledad y masca olvido.
No tuve el valor de confesarme ante ti, ni tú pudiste sincerarte.
Te quería expresiva, inundada, desmesurada y... callaste, y ahora,
las gaviotas revolotean nuestros techos asimétricos, adimensionales, espectrales... y vagamos por los acueductos
pintando recuerdos en las húmedas paredes.
Hoy te hago mía cada noche, en mis sueños,
porque no me diste la oportunidad
de regalarte un acorde de lluvia y con él tatuar tus senos.
Mis manos se deshacen al derramarse por tus caderas,
manoseando caricias que yacen muertas por los años
que no has estado conmigo.
Te fuiste volando solitaria en una hoja seca y
sigo sentado ante el atardecer,
aguardando una ráfaga de viento y te deposite en mis manos.
Estoy descalzo con mi camisa blanca,
la barba crecida y los ojos pintados de un abstracto desconocido,
aguardando a que pongas en tu mesa de roble
mi botella de vino.


Juan Espinoza Cuadra
México
16 de Enero de MMX