viernes, febrero 19, 2010

“Me entusiasma tu adiós”

La puerta de hierro del cementerio
tiene la altura del adiós
que dejaste escrito en líneas difusas
en la puerta de mi casa.
Es Noviembre y el camino silba
en medio del desconcierto, tu nombre,
y en los sepulcros encuentro
por lo menos una letra que te recuerda.
No hay flores aromáticas en mi mano
no traigo ninguna tarugadilla que nos una.
Llevo conmigo lo último que escribiste
en aquella vieja cuartilla
que encontraste bajo tu cama.
En mi cajetilla de cigarrillos cabe tu encendedor,
el de color rosa con el que dibujabas
conejos copulando sobre los colores del atardecer.
Y el bar donde te embriagabas
aún se seduce del castaño de tu pelo
y de la redondez perfecta de tus senos.
Fuiste sugerente hechizo
y pubis depositario de mi inflamada
inclinación por ti.
Deposito sobre el Cristo de madera
colocado en el promontorio de tu tumba,
el viejo trozo de papel y en él,
el poema que enajenada de alcohol y sexo
me escribiste y no he leído.
Algún año regresaré y nuevamente no estarás tú,
ni el poema ni yo.

Juan Espinoza Cuadra
Febrero de MMX
México.

sábado, febrero 13, 2010

Lequation

La vida se vislumbra un juego incierto
de encuentros y desencuentros,
mientras se suceden en su marcha predestinaciones
sospechosas y puede, predecibles.
Alguna mujer con etiqueta de elegida
camina por la alfombra del atardecer,
deteniendo su paso frente a los cristales de los restaurantes
buscando entre el barullo, los meseros y, las copas.
El viento frío de Febrero corre raudo por la avenida de la metrópoli
lo acompaña el hombre inexistente, el que ella busca y no está.
La ciudad con sus amplios boulevares,
inundada de fachadas relucientes,
la mira a ella caminar sola y sus pisadas lentas
debaten bajo el tendedero del desamor.
Su gabardina oscura se aleja entre los rótulos de detente
y las a veces rojas, en otras amarillas y casi siempre verdes luces
iluminan el camino disimulado tras el pelo revuelto de los caprichos y
se apagan en el trago a destiempo de las manías.
Desde otro punto de la vida observo el terciopelo oscuro de su espalda,
y el descenso conduce a orquestar un beso en sus caderas.
Pero cada letra que emerge de la espuma del mar es inaudible,
en la masa del pan de la mañana se vuelven mudas,
y el barro de la taza más antigua aguarda el holocausto del sonido.
La nieve de fresa y piña que saborea la cabalgata de nubes transparentes
se derrite lentamente dentro de la copa de cristal que ella dejo abandonada.


Juan Espinoza Cuadra
México
12 de Febrero de MMX