lunes, octubre 31, 2011

Llega otro día...

La otra botella esta a la mitad
y vuelvo a ver el reloj otra vez, insistiendo,
para que el tiempo se acelere
cuando sé muy bien no sucederá.
La radio de la cantina
deja escuchar otra cadena de muertos,
es inacabable,
la vida se hace mas chica,
para el cantinero, para el borracho que duerme
en la mesa contigua,
para mí, que aguardo lo que no llegará.
Acompaño al huracán que arrasa la pobreza
desempeñándose vigoroso
sobre los techos de cartón,
voy con él para deshacer
a los presidentes tiranos
de las pequeñas Repúblicas
que no me caben en las manos.
Quiero mi mujer ande descalza
por los senderos ocultos de mi casa,
que me deje abrevar una fantasía indispuesta,
la ilusión que aún aguarda para mí.
Caminar desnudo por la playa
sin nombre,
mis pies ahogados en la arena,
escribir un verso impostergable
guardarlo en el silencio del mar.


Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de MMXI

sábado, octubre 08, 2011

Mi otra mujer...

Mi otra mujer camina descalza
la cicatriz de mi cuerpo,
se levanta del lecho
para disparar besos
en la madrugada,
enciende la estufa y calienta el agua
para un affaire Solar de
sollozos desmedidos…
mi otra mujer tiene la piel aceituna
corazón de zarzamora
pinta de rocío su boca….
mi otra mujer se agacha
falda arriba, entre sus piernas
el crisantemo mojado de mayúsculas…
la entrepierna roba al whisky
el aroma,
al humo del tabaco, las horas,
jadeante duermo la caratula imprecisa
en los minutos escabullidos.
Susurra despierta la piel sudada,
su mano ausculta el reposo cansado,
sus pezones acribillan
la dormitud de mi espalda,
doy la vuelta y halló la serpentez
oblicua de su cintura.
Sus glúteos suspendidos
columpian el compas
del lunes de ceniza engavetado,
sus pies mestizos de uñas rojas
recorren mis muslos…
estoy con ella
aunque no esté conmigo.

Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre MMXI

viernes, octubre 07, 2011

La camisa blanca de rayas estrechas azules
sobre la cama
sobre los deseos del día
pulcramente planchada por Doña María
la otra esposa de mi padre fallecido
la otra
la madre de los niños que tienen la boca llena
de saliva y golosinas,
la que prepara por las tardes el plátano maduro cocido
con la crema, crema del atardecer,
el cuero y las suelas de los zapatos arrugadas
desgastadas…. sin un centavo en las bolsas del pantalón,
por las tardes patear el balón fantasma
verlo escabullirse entre la verdidud de los matorrales,
quedarse en silencio con los ojos cerrados
a los 11 años esperando la hora de dormir.
Diriamba es el mejor sitio para platicar con los fantasmas
de cuatro a seis de la tarde,
sobre todo si estás en medio del cementerio,
con una cantimplora llena de agua vieja.
Sin ninguna chamarra que abrigue
el frio cala con mayor intensidad el futuro,
la llegada de papá es un festín, una algarabía rota,
un saludo arrugado entre los besos y las despedidas.
Las calles entre tierra y adoquines rotos
se hace la constelación donde transitan los monstruos,
ahogados en los charcos que deja la lluvia.
De regreso a la casa antigua, antigua de humedad,
antigua de paredes, antigua de espacios,
antigua de secretos el aroma del beneficio de café cercano
corre por los rieles oxidados.


Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre MMXI

jueves, octubre 06, 2011

Cuasiendecasilabo I

Otoño, árboles del atardecer
hojuelas miopes de maple crepitan,
raíces trajinan tardas, entorpecen
el rayo del Dios rebosa Sodoma.

El Anticristo orilla la ecuación
la cruz consiente la otra alternativa,
sinfonía de cópula de mezquita
pretexto de uva en el pliego de Abril.

Deja percibir la voz atrapada
el borde infinito del mar pico,
urgir tu crucifixión del alma.

Alienígena apunta la estrella
vuela metálica a la madrugada,
planea espiritual alcanfor tu ombligo.

Dentro de ti mi vocablo de carne,
mi dedo desnudo cogiendo brumas,
tu penacho paloma subyugada.

Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de MMXI

miércoles, octubre 05, 2011

Caeré un día...

Wassili Maximowitsch Maximow
El vaho a hospital mezcla los aromas
de miedo, impotencia, temblor de manos,
bajar del taxi y correr sano, pero…
aún la sensación de muerte próxima,
desnudar, agujerar, exhibirse…
la blancura del piso hiere de sudor las sienes,
las plantas de los pies transpiran
camino al cadalso,
palabras llegan, llegan sin alcance…
no hay salud ni esperanza
en el laberinto desde el bautismo;
rostro joven, sano en el reflejo
de los cristales,
de paso por la serenidad de la capilla
apunta el dedo el ángulo entre pared
techo, crucifijo y letanía.
Andar a pesar de lo mayúsculo de la loza
de mármol navegando hacia su holocausto
los canales de la alcantarilla,
de la fiebre, la tos, la pastilla, la otra melodía
de la cuenca de vino vacía.

Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre MMXI

Peldaño al más allá...

El banco de niebla atravesado
de cuerpo transparente
los ojos cerrados, no existen,
las manos apretadas pretendiendo retener
la sangre fugada,
al frente la puerta penetrable
atisbada de cipreses.
En estado de vínculo
se murmuran los hijos,
la niñez de arbusto alto
el beso verde en el círculo.
El tono floral de las cortinas
mece a la vida en un vaso con agua,
la idea profiere burdel,
sosiego y tequila,
arrebata la corteza del árbol seco
la vuelta otra vez de la esquina.
En la envoltura de una golosina
la edad verdadera del atabal,
chasquido de dedos
el tictac del reloj.

Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de MMXI

martes, octubre 04, 2011

En tu habitación...


Has marcado muchas veces mi número
que no he tenido tiempo de responder,
libre de compromisos,
llego a tu casa donde esperas
con tu copa de vino tinto en la mano,
y escasa de ropas, me recibes insinuándote,
posas tus labios entusiasmados en la piel de mi pecho,
el aire que exhalas camina lento,
te acercas meciendo tu cuerpo,
tomas mis manos posándolas en tus caderas,
llegas hasta mi boca sedienta de ti
hundes tu mirada lúbrica,
cierro mis ojos y te percibo
natural como la cascada de río,
agreste como el sonido del agua que cae,
verde húmeda como la foresta,
impía, desnuda
sin ropa las letras de tu nombre,
los dedos de tus pies encorvados
atisbando la frontera inexistente entre ambos,
la fogata ardiendo solitaria en la playa,
mía como los buenos días de cada mañana,
tus piernas albergando la arremetida del mar,
mis manos embistiendo violentas tus arrecifes,
el agua cristalina cayendo por tu espalda,
vuelvo a ti desde aquellos años idos,
vuelvo a ti despierto por la alarma del reloj de las mañanas,
y concibes mi interrogante entre tu pecho,
penetro tu día de nube gris y camino descalzo
por la vereda de cipreses de tu vientre.
De rodillas percibo tu plegaria húmeda
de pie redimo tu soledad devota.
Descanso extenuado en tu espalda
disfruto tu sudor de lluvia fresca,
tendida a mi lado escribiendo en tu cuerpo
los acertijos de otro día.

Juan Espinoza Cuadra
México
Septiembre de MMXI