lunes, octubre 27, 2008

Tu día de San Valentín


Deposité en tu vientre infinidad de luceros, más tu no quisiste percibir sus destellos.
Cuando me miras, me dices que revolotean infinidad de mariposas en tus entrañas, pero recuerda que tiraste parte de mi vida sobre el boulevard de los olvidos.
Tu recuerdo se aproxima cuando no me miras y me siento vacío cuando no estas conmigo.
Me toco vivir la vida buscándote donde no te encuentras, tú añorando mi partida.
Te regalo parte de mis recuerdos quizás tú puedas hacer algo con ellos.
Para mí son carbones encendidos de la pira donde se consumen nuestros restos.
Dame un vaso con agua para mirar a través de él por última vez tu sonrisa.
En tu piel percibí el aroma de las cortezas de los árboles más grandes, en tus ojos comprendí la profundidad de la ausencia mutua.
Y así voy por la vida persignándome con una Fe inexplicable, sórdida y muy mía.
Así te llevaré por siempre, clavada en una cruz de carne, sangre, dolor y despedida.

Juan Espinoza Cuadra
14 de Febrero de 2006
Nicaragua.

Tú argumento penduleando al mío


Una línea lóbrega repta febrilmente la palidez de la cuartilla
y ahí estas tú yaciendo cómodamente como dilatada y abstraída
entre el vapor aureolesco y el vaho incensario de un prostíbulo de mil años.
Tu agitada respiración es el preludio al encuentro sudoroso callado impostergable
que has procurado desde la bola de cristal que escondes en tus manos abstractas.
Vagido ahogado en un amor sin membretes ni códigos ni identidad
piel traslúcida curtida de vida en un sueño interminablemente monótono
y a lo remoto se alejan los caballos completamente desnudos
incendiariamente promiscuos e intolerablemente insaciables
jadeantes dictando pausas al inacabable discurso
que pernocta en el vaivén de una hoja terminablemente verde.
Levanto mi vista y el olor a moho asciende entre lo violáceo aterciopelado
entre lo irremediablemente gris y oculto del limbo mauseolesco
que entre sus piernas hila la personada soledad que acompaña al beso.
Y el adiós surfea sobre las arrugas de una tez alejada por el viento
donde los ecos y el propio eco desconocieron de arraigos sanguíneos
y tenencias irreconciliables.
Ahí se queda el verbo como suspendido entre un paisaje de acuarelas envejecidas
latiendo muerto en una boca antiguamente agonizada antaña extinta.


Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de 2008

Querétaro en el verano


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Federico García Lorca.

Las sombras de la noche danzan con la intermitencia,
con la tartamudez de un pájaro cantor rendido ante la sonoridad de la lluvia.
El plumaje del horizonte se torna sombrío y
en la clausteridad de un obligado y desesperado concierto
copulan relámpagos con el alba irresolutamente ausente.
Una vieja leyenda sobre los enigmas de las tormentas
anda a paso lento, tardío por las quejumbrosas avenidas.
Nada de expresivo ni ninguna placidez se sucede
en el rostro traslucido y pertinaz de la borrasca.
Se apaga la tenue luz de una moribunda vela ante la insistente sordidez del viento.
Ahí esta a expensas de los embates del turbión el hombre que no hace más
que deshojar la vida con un moribundo cigarrillo en los labios.
La nostalgia es un té frío puesto en escena en un teatro derruido.
La helada noche despertará a la aurora que aun no es
y transitará nuevamente a la vida por el corredor del inminente adiós.


Juan Espinoza Cuadra
México
16 de Julio de 2008

Poema uno de varios…


Alguna vez tuve la convicta certeza de nunca atreverte a olvidarme.
Hoy, divago entre las razones del porqué debas hacerlo.
Unas me favorecen, al extremo de justificarnos.
Las otras, acusan las sabanas y las almohadas que se confabularon en torno nuestro.
El idilio existió, en la medida en que fueron extensas las sonrisas de las nubes y audible la andanza del viento.
Más, el secreto no revolotea libre puesto que esta apresado entre mis manos.
Es mío, quizás de ambos, me pertenece más que a ti.
Lo inventé para ocultarme de la rectitud que me gruñe con fiereza en el alma.
Lo plasmé carmesí en los primeros labios que emanaron del trazo traslúcido en la cuartilla.
Y adorné con tu aroma los caminos que me separaron de ti.
Hoy no estoy contigo puesto que insistes en olvidarme.
Cuando lo consigas no estaré. Me quedo solo con lo poco que rescaté de ti.
Un sonido vago andando descalzo entre los acordes de un corazón envejecido.

Juan Espinoza Cuadra
México
21 Agosto de 2007

Poema dos de varios…


Te busco en las angostas calles que entonces refrendaron miradas, risas y ligeras conversaciones. En ellas jugamos a la infancia simulando un campo destinado a las más cruentas batallas de la adultez.
En las esquinas palpitaba mi corazón alocadamente mientras me acercaba a ti
aproximándonos casualmente bajo la excusa impuesta por los altos que nos impedían continuar el paso.
Y reanudábamos la vida a través de una cómplice sonrisa.
Al mirarme tus ojos nerviosos interpolé las cumbres de la Luna en innumerables aproximaciones antes de proseguir el paso.

Posteriormente, caminé por esas calles y ya no estabas a mi lado.
Cabizbajo recuerdo tu rostro en la pantalla heterogénea de la banqueta.
El amanecer es un buen momento para recordarte a través del canto de las aves, de los gritos de los chamacos dirigiéndose a la escuela y de las recomendaciones altisonantes de sus padres.
Probablemente somos una combinación de cotidianeidad y asombrosas extrapolaciones al abismo de los anhelos.
Busco en mi billetera la foto que me regalaste para confirmarme que no estás conmigo.
Hoy no te buscaré más, continuaré mi paso a solas, en silencio e insuflaré mi necesidad por ti al anochecer, cuando las miradas de los transeúntes no cuestionen las lagrimas desesperadas que se aferran a mis ojos.
El asfalto de esta mañana esta exageradamente húmedo.
El invierno se divisa en el celeste-gris con que el frío ha coloreado el entorno y tú sigues sin estar conmigo.
Me da temor que la vida se me escurra entre los dedos y que tú no estés para acopiar en tu bolsa de milagros la ilusión de ambos.
La duda es una historia que no tiene inicio ni fin.
La rememora un personaje abyecto abandonado en algún escondrijo maloliente del frenesí.
Estoy nuevamente acá, en las calles que anduvimos tantas veces aguardando tu decisión por mí.
Espero no tardes en tu ausencia.

Juan Espinoza Cuadra
México
Julio de 1999

Luna de Septiembre

Durante la luna llena de Septiembre
con el cielo despojado de si mismo
junte la brillantez de las estrellas en mi mano
y dibuje sobre la palma tu beso.
Busque entre mis cosas una chamarra
para recobrar el calor que te llevaste contigo.
Camino solitario por las calles ausentes
en la medianoche que provoca una tranquilidad inexistente.
Y tu, y tu donde estas?
Quizás amando a un hombre ajeno a nuestra promesa,
al juramento que expiró ante la atalaya de los bostezos y
la insolencia del calendario.
Te hallarás escuchando palabras de amor que carecen de mi vocación por ti.
En la luna de Septiembre esta el hogar que nunca será nuestro.
Ahí coloque la cama donde no podré contemplar tu sueño.
Hundo mi cuerpo impugnado por ti en el abrazo medianamente iluminado de la noche y
cierro mis ojos ahogando entre mis parpados
lagrimas que no darán vida a nuestro amor inacabado.

Juan Espinoza Cuadra
México.
17 de Septiembre de 2008

El Mesías Transversal


Mefistófeles es un cristo oblicuo
que lleva retorcidos los mostachos.
Amado Nervo

Te vi golpeado, lacerado y altivo, en aquel sueño ebrio y bizarro, en el que recreé toda mi angustia por tu muerte, cuando tenía 16 años.
De Mesías sublime te convertiste en compañero de juergas, de dilatadas conversaciones filosóficas y de especulaciones respecto a tu origen.
Jesús se llama el oaxaqueño que tiene prietas las manos e inmenso el corazón y que por
2 pesos vende sus tacos de ilusión en un paraje perdido entre Monte Albán y un
changarro mezcalero en el mercado zapoteco.
El hijo de Dios camina con sus pies sucios enfundados en unos desgastados
huaraches hacia donde el calor tirita de miedo y esconde su rostro de las secuelas de un beso que vaga desde siglos por el infinito.

Juan Espinoza Cuadra
México
Julio de 2007

El aspirante a Poeta a sus 31 años

Extendí mi mano derecha hacia el punto más alto del cielo y
comprobé que la sombra que proyectaban mis dedos
no marcó eternamente mi rostro.
Pensé entonces que podía inferir que la soledad
es una huella que se transita muchas veces
para conducirnos nuevamente al punto de partida.
La soledad es una meditación que no respira del aire enmohecido
que transpiran mis viejos textos de poesía,
apilados en los oscuros rincones del armario
que heredé de mi hermana Marlene.
Y la reflexión es un fantasma que rasgó de su alma
un trozo de piel marchita.
Y la lejanía dejo en mis manos un verso muerto.
Desterraron al abandono a la circunscripción en la que se amontona lo que soy.
Me alejo de mis propias definiciones y
meto mis manos frías sobre mis viejos jeans de mezclilla
para abrigarme del caos.
Y me percato que me he inventado a mi mismo
como el vértigo y tal saeta vuelo en busca de estrellas muertas.
El niño arrodillado y atemorizado ante el cuerpo de su madre muerta
ahora se disfraza del acuarelista en un desvencijado convento franciscano
para desenterrar los huesos de sus muertos y
elegir de entre ellos al líder de los yerros y las pifias.

Juan Espinoza Cuadra
Nicaragua
1 Agosto de 1997

Donde los Pelícanos vomitan

Ayer me quede absorto mirando el vaivenear del agua sobre el abultado y prieto torso del Lago de Managua.
Mire hasta donde mis ojos pudieron andar sin cansar al ocre paisaje y alcance incluso donde no se escucha el dolor de la pobreza e
incluí el límite donde los niños han quedado momificados por la sorpresa del hambre.
Corrieron ante mi vista unas estáticas siluetas de rostros cubiertos por la desolación acicaladas con una engusanada acuarela que aturdida engullía los despalados cerros.
El ente oscuramente contaminado parió una corte de mediocres fantasmas que a las 5 de la tarde se dispusieron a tomar el té con un piquete de atole.
Los otroras señores de Aztlán rasgarían sus vestiduras si la cruz no tuviese los labios carmesí y voluptuosamente mesalinescos.
Los descendientes de los mexicas no tiran huesos en una suerte por convertirse en nuevos hechiceros.
La magia esta de luto pues los restos de los antepasado se ahogaron precisamente la noche en que la Luna debuto como la soberana golfa.
Una artrítico carretón de madera desvencijada dolorosamente transita cargando sobre sí a los siete demonios que se fugaron del Xoconochco.
Mis jeans rotos terminados en aquellos guaraches obsequiados por el tío Virgilio Saavedra ocupan la palestra en mi colección de orgullos inobjetables.
La camiseta con un logo raído de la Universidad Nacional de Ingeniería se logra destacar entre mis brazos entrecruzados y apoyados en donde la piel de mis brazos acaricia la piel de mis rodillas a través de los jactanciosos huecos en la mezclilla de otrora color azul.
Son mis 20 años desde la simulación etílica de mis 40 años.
Acaricio a la distancia al hijo desde mi posición de padre siendo el mismo que a diario contempla el paso del tiempo por los cristales que me regala la amplia avenida de la vida.
El viento con humores de albañal agita a mediados de los 80’s el cabello rebelde del otrora joven que nunca lo fue.


Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de 2006