lunes, febrero 14, 2011

Dejó de ser mi casa…

Por la incendiaria terquedad
de un fantasma sin alma,
por la inquebrantable obstinación
de una mujer sin párpados.
Robó mi cosecha,
mis pequeñas posesiones
y también la inocencia
de los besos infantiles
que solo a mí pertenecían.
Su gabán siempre nocturno
arropa recuerdos oscuros,
avivado lo infausto
por el ruido de la tormenta,
por su vítor antojadizo de guerra.
Revertir los daños consecuentemente
es alterar al odio como su credo fiel,
cuando restituir el pasado
carece de valor
en su visión cegada
por su rencor siniestro.
Dejaron de ser mis afanes
cuando decidió abanderar
de sinsabores la vida,
dejaron de ser mis afectos
cuando perturbó
el significado de las palabras verdaderas.
Pasados los años, desposeído,
no hay atisbo de amaneceres.
Su angustiosa terquedad permea
la indeleble mueca de desamor
de su rostro tristemente envejecido.
En el calendario maduran lentamente
la indiferencia y los perdones aplazados,
mientras la mansedumbre desguarnecida
anda a solas, desorientada.
Ojala y no toque llegar a la última versión
del irrevocable calendario deshojado,
y encontrar en sus ojos
un tenue destello de virtud.

Juan Espinoza Cuadra
México
Febrero MMXI

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