lunes, octubre 27, 2008

El aspirante a Poeta a sus 31 años

Extendí mi mano derecha hacia el punto más alto del cielo y
comprobé que la sombra que proyectaban mis dedos
no marcó eternamente mi rostro.
Pensé entonces que podía inferir que la soledad
es una huella que se transita muchas veces
para conducirnos nuevamente al punto de partida.
La soledad es una meditación que no respira del aire enmohecido
que transpiran mis viejos textos de poesía,
apilados en los oscuros rincones del armario
que heredé de mi hermana Marlene.
Y la reflexión es un fantasma que rasgó de su alma
un trozo de piel marchita.
Y la lejanía dejo en mis manos un verso muerto.
Desterraron al abandono a la circunscripción en la que se amontona lo que soy.
Me alejo de mis propias definiciones y
meto mis manos frías sobre mis viejos jeans de mezclilla
para abrigarme del caos.
Y me percato que me he inventado a mi mismo
como el vértigo y tal saeta vuelo en busca de estrellas muertas.
El niño arrodillado y atemorizado ante el cuerpo de su madre muerta
ahora se disfraza del acuarelista en un desvencijado convento franciscano
para desenterrar los huesos de sus muertos y
elegir de entre ellos al líder de los yerros y las pifias.

Juan Espinoza Cuadra
Nicaragua
1 Agosto de 1997

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