jueves, marzo 12, 2009

Josh Naiot




Te veo a la distancia jugando mis manos
con tu perturbador y subversivo pelo
y dando pequeños saltos,
despreocupados y juguetones retozos
por sobre los tabiques de plastilina dispersos por el pasto y
que has alineado de forma espontánea para orientarme hacia ti.
Alguna mañana de tu niñez
te observe salir de nuestra casa en Altamira D’Este
y dirigirte hacia tu aula de clase donde me decías
combatirías con tu amigo el dinosaurio.
Tus primeros anteojos para corregir tu astigmatismo
me recordaron a mi padre y con ellos en tu rosto
caminaste hacia mí y me miraste a los ojos
y comprendí hijo mío que nunca habrían distancias
a pesar de los cristales con que nos cubre la vida.
En el regazo de tu abuela Matilde Cuadra conjuntaste
las obras de arte que plasmaste en las paredes de la casa
con el dulce color de tu siesta
mientras la tarde amainaba la tibiez asfixiante
del fragor del húmedo verano.
Luego, el sosiego infiltraba su brisa a través de la llegada de la noche
y tus ojos se abrían para descubrirme contemplando tu despertar.
Cuando te vi por primera vez en el cunero del hospital donde naciste
te descubrí desde mis ojos de niño manipulando mis camiones y aviones de madera.
Supe entonces que yo dejaría de ser para ser el otro ligado por siempre a ti,
que abandonaría mi vocación de transitar sin rumbo las gregarias calles
desertando de mis escuálidos y viejos trazos ahorcados en la nada
para familiarizarme con tus matices en los óleos de fantasía
que yacen en tu sonrisa de frutas frescas y en tu mirada de aroma de invierno.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México

martes, marzo 10, 2009

“Siete pétalos del amor hurtado”


Si me dejas caminar desguarnecido con paso lejano a ritmos de distancia
probablemente no me olvides y conserves tu taza de té caliente
sobre el buró donde te he dejado los siete pétalos del aroma hurtado.
En mi teclado te retrato monástica y
claústrica para que me ocultes
en el incienso lúbrico de nuestro lugar inédito
e insistas y me exorcices en la ilimitidez de tus muslos blancos,
y morder suicida el rojo incendiario de tus labios y me recorras
extendida y abismal cotejando tus dedos los anillos del túnel infiltrado
y tu sudor me asalte las manos el rostro la boca los labios.
Luego permite enmendar la disensión que provocan tus senos
al irrumpir sus coronas rosas mi sosiego y
luego de los tropiezos que admites
tus manos apresen la vida en mi borde de obstáculos.
Tiara y báculo adornan tu despojada cintura y
danzas repetidamente desnuda
dispersa honda e inexactamente mía
y la cópula la tornas cúspide de éxtasis y
coito desenmascarado albedrio y tenso desvarío .
Jadeante a tu lado, el amor descalzo tira piedras
a las turquesas aguas de tu vientre deshabitado .


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México.

“Te incauto mi adiós con otro significado”


No lo circunscribe el perímetro de la nube que se aleja
ni desliza hacia abajo por provocación de avalancha alguna
y es la palabra con cinco letras más concurrida y asediada
en la añeja aldea que se pierde en los últimos brillos de la tarde.
No hay dimensión que establezca nuestra distancia
y se extiende el número y el ángulo y la ecuación tiembla en mi mano,
cierro mis ojos para mirar las secuencias y sus respuestas
y no atino a ajustar las méndigas cinco letras a significado alguno
hasta que no te miro hasta que no estás conmigo
y deja de ser una cicatriz agazapada en el viento
y la conviertes tu misma en armonía.
Y el adiós tú lo redefines como una divinidad prófuga
una prostituida diosa que juega con los brotes de elote
en la ciénaga aturdida e irremediablemente vacía.
Levanto la mano para que el hasta luego no sucumba al fuego
y bese a sus concubinas hasta el otro amanecer en la vastedad de su caverna.


Juan Espinoza Cuadra
Marzo de 2009
México.

lunes, febrero 16, 2009

María, no es para ti ni para mí

María es un nombre que encontré suspendido en el borde
de una ráfaga de cálida brisa y fluyendo invadió mi vida
a través de una distante y solitaria ventana.
En un manojo de naipes amontonados hallados en un camino encantado
encontré el rostro de María envuelto por un faro cuya luz reptaba
por la espalda y el lado oculto de la primera de las estrellas.
Desarropada María torné a contemplar su flor abierta y
entre el pasto y mis desvaríos atisbamos la aurora
desde la humedad desde la cual alzamos nuestros dedos
para dibujar acuarelas en el oscuro profundo de la alborada.
Nunca tuve a María entre mis manos y mucho menos
bajo las anónimas sábanas de mi cama pero si la tuve
entre cada letra de cada amorfa letanía que sudó mi cuerpo.
En sus senos nadé desabrigado de mis decaimientos y
mi carencia por convertir los días en una orgía atemporal
lo convertí en un dilema para la nueva historia que no contaré.
María y su piel tienen un arcoírico tono con el cual adormecen
los pastos verdes y los frentes de pinturas de tonos claros de la colonia de clase media
donde nos escabullimos para jugar a los desposeídos
con nuestros labios golpeándose y acribillándose bajo el aullido de los coyotes.
Y el aroma de su cuello es tan fuerte como el aliento del tequila
y sus hombros semejan las pencas más azules de los agaves,
desnuda camina delante de mí con sus pies llenos de barro
presumiendo la vida bajo su muda cintura.
María es un atardecer de colores que se mezclan en mi respiración temblorosa
donde el instinto maquilla a las hojas secas con la arena plata
secuestrada para el olvido en una bufanda perdida
en el cuarto menguante de Febrero.


Juan Espinoza Cuadra
Diciembre 2008
México

“La esquina de la calle de San Valentín”

Lamento partir pero de seguir contigo ya no encontraría
razones para mirar al cielo en búsqueda
de nuevas figuras con las que jugar y sonreír.
Al besarte no siento el calor que me infundían
la cercanía, roce y contacto de tus labios
y solamente debo cerrar los ojos y recordar
el ansía y deseo que provocabas cuando te conocí.
Los besos que ahora no te doy los ahogué
en las copas de vino que lloraron conmigo por ti.
No tiene caso me esperes despierta cuando no llegaré.
No tiene caso acomodes mi almohada y alises sabanas
y coloques mis pijamas al borde de la cama.
No tiene caso insistas en repetir me amas
cuando me has convertido en hábito y
oración de tu macilento devocionario.
Me iré sin que te percates una mañana de invierno
y dejaré colgadas todas mis chamarras en el armario,
llevaré conmigo las hojas donde escribí mi primer poema
para sentarme en una banqueta fría a corregir los innumerables errores
que solo atiné a borrar cuando apresuradamente te las obsequié.
Una lúgubre armonía hiere mis manos al intentar recobrarte
desde las imitaciones que duermen a los pies de los apagados candelabros.
No he dejado de caminar y mis pies adoloridos
buscan como alejarse de ti para que mis pasos
ni mi recuerdo te hieran y te hastíen.
El amor nos abandono es una esquina para despedirnos
y tomarás tu el sentido del viento y yo… la dirección del olvido.

Juan Espinoza Cuadra
14 de Febrero 2009
México

jueves, enero 29, 2009

Osamentas

Te deseé tanto y cuando al fin te tuve
elaboré imitaciones de un barro prohibido
para avergonzarme al mirar mi rostro
en el reflejo de mis manos culpables.
Dispersas y rotas quedan tras de mi
las esculturas que ahora me señalan.
Sus rostros inexpresivos persiguen mis pasos,
me alcanzarán y tu ya no estarás conmigo.
Ahuyento huesos mas no se alejan
a pesar que el fango tiene nombre.


Juan Espinoza Cuadra
Enero 2009
México

jueves, enero 22, 2009

Marjel Ayin

Let x be any real number
Then there exists
a natural number n such that n >
Archimedes

A mis 27 años de edad el tránsito festivo por las calles de Altamira D’Este
se transformó en una serena interrelación con las prontitudes,
los apresuramientos y premuras precedentes a tu epifanía.
La ciudad estaba sumida en los folclóricos festejos de Agosto
y yo, de espaldas a todo ese ambiente de agasajo
elevaba en silencio mis oraciones por tú llegada.
Mirar tu pequeño cuerpo cubierto con sábanas blancas
semejó un abrigo de cálidas nubes amparando
los sollozos y gimoteos del naciente y nimio rayito de Sol.
Tu rostro lo soñé caminando por las terracerías de mi niñez,
de cada paisaje tomando la intensidad de los colores y
de los senderos andados tomando el barro que moldearían
los armoniosos ángulos y las vistosas aristas de tus ojos.
Luego de mis jornadas de trabajo me acercaba donde reposabas
besando tus aperladas y tiernas mejillas y
colocado junto a ti invadí tus sueños para volar juntos por el infinito.
Me mostraste que tu mundo de futuro no tenía límites
y que habías tatuado la palabra amor en lo inescrutable,
en el ambiguo e indescifrable contorno de tu padre.
Los años pasan a través de la delgada tela de mi ventana
y tocan a mi puerta y sentados frente a mi me relatan
como tomaste entre tus manos las líneas de la vida
y las dejaste ir con el viento.
Nos encontraremos hija mía en la línea que divide el ocaso
de las interminables despedidas y podré tomarte nuevamente de las manos
y caminaremos y veré tu hermoso pelo teñirse de verano.
Me detendré y pediré me llenes de tus matices
y me enrumbaré luego, solitario, eremita al origen del lenguaje
que olvidaste entre tus juguetes de infancia
y mi paternidad deshabitada demandará asuetos atemporales
donde el reloj invertirá sus manecillas y juntos miraremos andar la tarde.


Juan Espinoza Cuadra
Enero 22, 2009
México

viernes, enero 09, 2009

Patricia

Caminaba solo, extraviado y ataviado
de soles que no se esconden a las pupilas
mirando fotos viejas en un mural pospuesto
y ya ves, ahí estás tú,
enajenada con las mariposas
cuando aún el pasto esta húmedo.
Haz embellecido tus pies con aroma de hurto,
estelas de lamentos y amor en un arroyo apócrifo.
Ocultas entre tus párpados
sueños que son solo míos,
desde tu concepción te asumiste la guardiana de mi nombre,
de encajes lo arrullas entre tus blancas manos.
En la pendiente de la colina, con los ojos cerrados
balbuceas exorcismos para revivir la magia tránsfuga,
las hojas grises del otoño
cuentan tu relato de infancia que aún tildas de inconcluso.
Desarropado sesgo mi vértice para que tu viento me alborote,
mi disfraz de escapista danza entre los pastizales y me haces tuyo,
aceptas vivir conmigo delante del Dios de todos
y yo, ante el Dios que es solo mío,
y con tus manos elaboras al sustituto
que dormirá contigo hasta la eternidad.
Ebrio y desmaterializado me enrumbo
por el sonido que se escapa de tus dedos,
tu cubres al Arca de los destellos de la Luna y
en tu rostro habita una metáfora terrenal
y me aventuró hacia tu vientre desde los hábitos de un Abad corrupto
que encuentra en la Vid la armonía para que dancen sus miedos.


Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 13, 2008

sábado, diciembre 13, 2008

Free words I

Aletargado y sediento, caminante irresuelto,
esquivo, equidistante, aprehensivo
deambula el adulto que no quiere dejar de ser niño,
y te ríes y me río y nos aplaudimos sollozantes
embriagados y altivos
y sigue el camino que no ha sido
que el mismo tuyo y mío.
Lejana vistes de amapolas
ondulante vacía sin vida hasta irrotacional
tardía y confiesas amarme a pesar del desvarío.
La tarde embriagada aleja la mirada
en apresurados te amos
a la orilla de un té muerto helado frío
que desata las culpas y nos aleja
nos evade y aún así seguimos
atemporales y distantes.

Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 11, 2008

jueves, diciembre 04, 2008

Reyna amiga, amiga por siempre

Oye, ahora que llevamos tantos años de no vernos
y que nuestras conversaciones divagan en los años que ya pasaron,
hoy que nuestras vidas ya no son las de entonces,
podemos antojar redimirnos y mirar juntos hacia el ocaso.
Doblando la esquina que desembocaba a tu casa
me inundaba siempre la alegría de nuestros encuentros
lo que tú me compartirías y lo que yo te comentaría.
La alegría con la que tu madre me recibía y
el saludo distante pero complaciente
de ese hombre que fue tu padre y
que se confabuló tantas veces
entre tus caprichosos escapes y
mi eterna disposición por acompañarte.
Ahí se construyó nuestra amistad ya antigua,
entre tus confidencias y las locuras con las que participábamos
en las tardes de ocio,
las tareas escolares y las locuras de los otros amigos.
Fuíste mi confidente de los amores que
me hicieron pedirte innumerables veces
la opinión que siempre encontré entre tu risa
y tu pelo largo suelto de esos años.
Y luego, sin darnos cuenta, cambio de dirección
el rumbo de mis pasos.
Me ví lejano, abstraído y distante y
amigos sin objeción pero en otros caminos.
Cuando te perdí, amiga, lo hice sin propósito alguno y
lamente ya no encontrarte.
La última vez fue fría y nos dimos
una conversación que se nos cayó del alma.
Y ya nunca volvimos a caminar juntos,
ni jugamos mas entre las mofas y las pifias
en las habituales calles que se acostumbraron a vernos reír.
Nunca olvidaré que tu Fé en mí
siempre fue mucho mayor
que las medidas que yo mismo registré de mis propias proyecciones.
Y ya ves, muchos años después,
por fin, estoy colocando en fila
los antecedentes de mi vocación por ti y
los afectos que tú sembraste.
Desde aquellos años hoy te miro a los ojos en la distancia
para encontrar que una melodía suave nos hace estremecer,
y que el tiempo, amiga,
el inexorable tiempo no nos ha arrebatado
el pícaro dialogo que deambula solitario entre nosotros.
Reyna Martínez eres un redoble inequívoco del concierto sonoro y
permanentemente audible que se ejecuta en un rincón distante y
fácilmente ubicable en el Cielo.


Juan Espinoza Cuadra
México
Noviembre de 2008

miércoles, diciembre 03, 2008

Jimena o Simone?


When you are old and grey and full of sleep, and nodding by the fire, take down this book, and slowly read, and dream of the soft look, Your eyes had once, and of their shadows deep
William Butler Yeats

Hay confusión en cuanto al origen de tu nombre.
Puede ser vasco o hebreo. La verdad no importa.
En la banda inaudible y en blanco y negro de los evocaciones
la adolescente de pies descalzos corre sobre el pasto húmedo de su casa.
El blanco uniforme colegial encuellado con un azul rústico y secreto
semeja un desfile de solitarias banderas bailando sin compases ni ritmos
los versos del poema marchito.
Tus manos nunca trazaron ilusión alguna en la piel del alabastro
ni mirada tuya se detuvo ante el confuso revolotear del caos.
Fuiste la modelo casi perfecta del alquimista de tormentas
del nigromante perverso que escondió la vida a Nezahualcóyolt.
En alguna habitación oscura y vacía has conspirado estos años contra lo inconcluso.
El rastro de orquídeas demanda de ti lo prescrito y no rehúses
el canto de tu pelo negro y has que se consuma el revoloteo del sexo.
En la corriente del río se esconde el aplauso de lo que no fuimos.
Ximena es como un elixir que se deja reposar a lo largo de la tarde
para mitigar el angustiante sosiego que atraca con la noche.
Así como pisadas aún frescas sobre el borde de la montaña
dejadas por el andar de ilusiones secas y tardías.
El alfarero coloca en tus manos la copa de vino tinto
que el sacramento escondió en tu escote,
y luego, ocupa tu atención el discurso de amor de otros labios y
las velas consagradas a la aventura de los dos se apagan en la aletargada noche,
se postergan las caricias y el incienso lleva consigo los afectos de algo perdido.



Juan Espinoza Cuadra
México
Noviembre de 2008

Luis Manuel Ramírez Lanzas


La adolescencia nos encontró de muchas maneras Luis Manuel,
divirtiéndonos en alguna tertulia de mi padre, el Poeta Carpintero,
escuchando música dentro del entonces imponente Buick rojo paterno,
tirado yo en el césped de tu casa esperando terminarás uno de tus poemas
o una de tus interminables disertaciones respecto a los avatares de la vida,
compartiendo acalorados e inconclusos debates
respecto al destino de la revolución nicaragüense y
conspirando bohemias para nuestros hoy
ex-compañeros del managüense colegio de La Salle.
Mario Roberto, tu hermano mayor, fue el cómplice perfecto para coronar con la precisión de entonces el adecuado verso del infinito poema.
Y se abrió el Mar Rojo y nos quedamos en las orillas de cada lado,
separada la convivencia, como se aleja entonces la hermandad?
Con los acordes por tu predilección por la música salsa
acorralé los recuerdos que bailan ansiosos en el tiempo,
aún tus desentonadas armonías serpentean cual vórtice de mariposas
sobre las copas de los árboles de nuestra lejana Altamira D’Este.
Las calles en noches de búsqueda se hicieron interminables,
la distancia la impuso el destino y la condujo por años la soledad.
Hasta entrados los años nos percatamos que la vida nunca se agarra de ningún lado,
solamente de sí misma.
El mundo siguió girando y los años desfilaron a su ritmo por las pasarelas
y debutaron los rostros de la adultez en las ocultas lágrimas de los adolescentes.
Escribir de ti y para mí, se me antoja una acuarela de tonos grises y celestes
en cuyo fondo presumen unas ancianas montañas y entre ellas, un brillante lucero que asciende y coloca sobre sus hombros una estela de rocío.
Luis Manuel, sobre la pintura hay un túnel perfectamente trazado
que se achica según las hojas invernales ríen y juegan con el viento,
si tú te detienes y observas lo que dibujan luego de los remolinos verás
el hogar y los colores y la vida y los abrazos y finalmente, las despedidas.


Juan Espinoza Cuadra
México
Diciembre 3, 2008

lunes, octubre 27, 2008

Tu día de San Valentín


Deposité en tu vientre infinidad de luceros, más tu no quisiste percibir sus destellos.
Cuando me miras, me dices que revolotean infinidad de mariposas en tus entrañas, pero recuerda que tiraste parte de mi vida sobre el boulevard de los olvidos.
Tu recuerdo se aproxima cuando no me miras y me siento vacío cuando no estas conmigo.
Me toco vivir la vida buscándote donde no te encuentras, tú añorando mi partida.
Te regalo parte de mis recuerdos quizás tú puedas hacer algo con ellos.
Para mí son carbones encendidos de la pira donde se consumen nuestros restos.
Dame un vaso con agua para mirar a través de él por última vez tu sonrisa.
En tu piel percibí el aroma de las cortezas de los árboles más grandes, en tus ojos comprendí la profundidad de la ausencia mutua.
Y así voy por la vida persignándome con una Fe inexplicable, sórdida y muy mía.
Así te llevaré por siempre, clavada en una cruz de carne, sangre, dolor y despedida.

Juan Espinoza Cuadra
14 de Febrero de 2006
Nicaragua.

Tú argumento penduleando al mío


Una línea lóbrega repta febrilmente la palidez de la cuartilla
y ahí estas tú yaciendo cómodamente como dilatada y abstraída
entre el vapor aureolesco y el vaho incensario de un prostíbulo de mil años.
Tu agitada respiración es el preludio al encuentro sudoroso callado impostergable
que has procurado desde la bola de cristal que escondes en tus manos abstractas.
Vagido ahogado en un amor sin membretes ni códigos ni identidad
piel traslúcida curtida de vida en un sueño interminablemente monótono
y a lo remoto se alejan los caballos completamente desnudos
incendiariamente promiscuos e intolerablemente insaciables
jadeantes dictando pausas al inacabable discurso
que pernocta en el vaivén de una hoja terminablemente verde.
Levanto mi vista y el olor a moho asciende entre lo violáceo aterciopelado
entre lo irremediablemente gris y oculto del limbo mauseolesco
que entre sus piernas hila la personada soledad que acompaña al beso.
Y el adiós surfea sobre las arrugas de una tez alejada por el viento
donde los ecos y el propio eco desconocieron de arraigos sanguíneos
y tenencias irreconciliables.
Ahí se queda el verbo como suspendido entre un paisaje de acuarelas envejecidas
latiendo muerto en una boca antiguamente agonizada antaña extinta.


Juan Espinoza Cuadra
México
Octubre de 2008

Querétaro en el verano


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Federico García Lorca.

Las sombras de la noche danzan con la intermitencia,
con la tartamudez de un pájaro cantor rendido ante la sonoridad de la lluvia.
El plumaje del horizonte se torna sombrío y
en la clausteridad de un obligado y desesperado concierto
copulan relámpagos con el alba irresolutamente ausente.
Una vieja leyenda sobre los enigmas de las tormentas
anda a paso lento, tardío por las quejumbrosas avenidas.
Nada de expresivo ni ninguna placidez se sucede
en el rostro traslucido y pertinaz de la borrasca.
Se apaga la tenue luz de una moribunda vela ante la insistente sordidez del viento.
Ahí esta a expensas de los embates del turbión el hombre que no hace más
que deshojar la vida con un moribundo cigarrillo en los labios.
La nostalgia es un té frío puesto en escena en un teatro derruido.
La helada noche despertará a la aurora que aun no es
y transitará nuevamente a la vida por el corredor del inminente adiós.


Juan Espinoza Cuadra
México
16 de Julio de 2008

Poema uno de varios…


Alguna vez tuve la convicta certeza de nunca atreverte a olvidarme.
Hoy, divago entre las razones del porqué debas hacerlo.
Unas me favorecen, al extremo de justificarnos.
Las otras, acusan las sabanas y las almohadas que se confabularon en torno nuestro.
El idilio existió, en la medida en que fueron extensas las sonrisas de las nubes y audible la andanza del viento.
Más, el secreto no revolotea libre puesto que esta apresado entre mis manos.
Es mío, quizás de ambos, me pertenece más que a ti.
Lo inventé para ocultarme de la rectitud que me gruñe con fiereza en el alma.
Lo plasmé carmesí en los primeros labios que emanaron del trazo traslúcido en la cuartilla.
Y adorné con tu aroma los caminos que me separaron de ti.
Hoy no estoy contigo puesto que insistes en olvidarme.
Cuando lo consigas no estaré. Me quedo solo con lo poco que rescaté de ti.
Un sonido vago andando descalzo entre los acordes de un corazón envejecido.

Juan Espinoza Cuadra
México
21 Agosto de 2007

Poema dos de varios…


Te busco en las angostas calles que entonces refrendaron miradas, risas y ligeras conversaciones. En ellas jugamos a la infancia simulando un campo destinado a las más cruentas batallas de la adultez.
En las esquinas palpitaba mi corazón alocadamente mientras me acercaba a ti
aproximándonos casualmente bajo la excusa impuesta por los altos que nos impedían continuar el paso.
Y reanudábamos la vida a través de una cómplice sonrisa.
Al mirarme tus ojos nerviosos interpolé las cumbres de la Luna en innumerables aproximaciones antes de proseguir el paso.

Posteriormente, caminé por esas calles y ya no estabas a mi lado.
Cabizbajo recuerdo tu rostro en la pantalla heterogénea de la banqueta.
El amanecer es un buen momento para recordarte a través del canto de las aves, de los gritos de los chamacos dirigiéndose a la escuela y de las recomendaciones altisonantes de sus padres.
Probablemente somos una combinación de cotidianeidad y asombrosas extrapolaciones al abismo de los anhelos.
Busco en mi billetera la foto que me regalaste para confirmarme que no estás conmigo.
Hoy no te buscaré más, continuaré mi paso a solas, en silencio e insuflaré mi necesidad por ti al anochecer, cuando las miradas de los transeúntes no cuestionen las lagrimas desesperadas que se aferran a mis ojos.
El asfalto de esta mañana esta exageradamente húmedo.
El invierno se divisa en el celeste-gris con que el frío ha coloreado el entorno y tú sigues sin estar conmigo.
Me da temor que la vida se me escurra entre los dedos y que tú no estés para acopiar en tu bolsa de milagros la ilusión de ambos.
La duda es una historia que no tiene inicio ni fin.
La rememora un personaje abyecto abandonado en algún escondrijo maloliente del frenesí.
Estoy nuevamente acá, en las calles que anduvimos tantas veces aguardando tu decisión por mí.
Espero no tardes en tu ausencia.

Juan Espinoza Cuadra
México
Julio de 1999

Luna de Septiembre

Durante la luna llena de Septiembre
con el cielo despojado de si mismo
junte la brillantez de las estrellas en mi mano
y dibuje sobre la palma tu beso.
Busque entre mis cosas una chamarra
para recobrar el calor que te llevaste contigo.
Camino solitario por las calles ausentes
en la medianoche que provoca una tranquilidad inexistente.
Y tu, y tu donde estas?
Quizás amando a un hombre ajeno a nuestra promesa,
al juramento que expiró ante la atalaya de los bostezos y
la insolencia del calendario.
Te hallarás escuchando palabras de amor que carecen de mi vocación por ti.
En la luna de Septiembre esta el hogar que nunca será nuestro.
Ahí coloque la cama donde no podré contemplar tu sueño.
Hundo mi cuerpo impugnado por ti en el abrazo medianamente iluminado de la noche y
cierro mis ojos ahogando entre mis parpados
lagrimas que no darán vida a nuestro amor inacabado.

Juan Espinoza Cuadra
México.
17 de Septiembre de 2008

El Mesías Transversal


Mefistófeles es un cristo oblicuo
que lleva retorcidos los mostachos.
Amado Nervo

Te vi golpeado, lacerado y altivo, en aquel sueño ebrio y bizarro, en el que recreé toda mi angustia por tu muerte, cuando tenía 16 años.
De Mesías sublime te convertiste en compañero de juergas, de dilatadas conversaciones filosóficas y de especulaciones respecto a tu origen.
Jesús se llama el oaxaqueño que tiene prietas las manos e inmenso el corazón y que por
2 pesos vende sus tacos de ilusión en un paraje perdido entre Monte Albán y un
changarro mezcalero en el mercado zapoteco.
El hijo de Dios camina con sus pies sucios enfundados en unos desgastados
huaraches hacia donde el calor tirita de miedo y esconde su rostro de las secuelas de un beso que vaga desde siglos por el infinito.

Juan Espinoza Cuadra
México
Julio de 2007

El aspirante a Poeta a sus 31 años

Extendí mi mano derecha hacia el punto más alto del cielo y
comprobé que la sombra que proyectaban mis dedos
no marcó eternamente mi rostro.
Pensé entonces que podía inferir que la soledad
es una huella que se transita muchas veces
para conducirnos nuevamente al punto de partida.
La soledad es una meditación que no respira del aire enmohecido
que transpiran mis viejos textos de poesía,
apilados en los oscuros rincones del armario
que heredé de mi hermana Marlene.
Y la reflexión es un fantasma que rasgó de su alma
un trozo de piel marchita.
Y la lejanía dejo en mis manos un verso muerto.
Desterraron al abandono a la circunscripción en la que se amontona lo que soy.
Me alejo de mis propias definiciones y
meto mis manos frías sobre mis viejos jeans de mezclilla
para abrigarme del caos.
Y me percato que me he inventado a mi mismo
como el vértigo y tal saeta vuelo en busca de estrellas muertas.
El niño arrodillado y atemorizado ante el cuerpo de su madre muerta
ahora se disfraza del acuarelista en un desvencijado convento franciscano
para desenterrar los huesos de sus muertos y
elegir de entre ellos al líder de los yerros y las pifias.

Juan Espinoza Cuadra
Nicaragua
1 Agosto de 1997

Donde los Pelícanos vomitan

Ayer me quede absorto mirando el vaivenear del agua sobre el abultado y prieto torso del Lago de Managua.
Mire hasta donde mis ojos pudieron andar sin cansar al ocre paisaje y alcance incluso donde no se escucha el dolor de la pobreza e
incluí el límite donde los niños han quedado momificados por la sorpresa del hambre.
Corrieron ante mi vista unas estáticas siluetas de rostros cubiertos por la desolación acicaladas con una engusanada acuarela que aturdida engullía los despalados cerros.
El ente oscuramente contaminado parió una corte de mediocres fantasmas que a las 5 de la tarde se dispusieron a tomar el té con un piquete de atole.
Los otroras señores de Aztlán rasgarían sus vestiduras si la cruz no tuviese los labios carmesí y voluptuosamente mesalinescos.
Los descendientes de los mexicas no tiran huesos en una suerte por convertirse en nuevos hechiceros.
La magia esta de luto pues los restos de los antepasado se ahogaron precisamente la noche en que la Luna debuto como la soberana golfa.
Una artrítico carretón de madera desvencijada dolorosamente transita cargando sobre sí a los siete demonios que se fugaron del Xoconochco.
Mis jeans rotos terminados en aquellos guaraches obsequiados por el tío Virgilio Saavedra ocupan la palestra en mi colección de orgullos inobjetables.
La camiseta con un logo raído de la Universidad Nacional de Ingeniería se logra destacar entre mis brazos entrecruzados y apoyados en donde la piel de mis brazos acaricia la piel de mis rodillas a través de los jactanciosos huecos en la mezclilla de otrora color azul.
Son mis 20 años desde la simulación etílica de mis 40 años.
Acaricio a la distancia al hijo desde mi posición de padre siendo el mismo que a diario contempla el paso del tiempo por los cristales que me regala la amplia avenida de la vida.
El viento con humores de albañal agita a mediados de los 80’s el cabello rebelde del otrora joven que nunca lo fue.


Juan Espinoza Cuadra
México
Enero de 2006